El presidente Donald Trump acaba de anunciar una suerte de ultimátum a Moscú: en diez días debe detener sus ataques a Ucrania y sentarse a negociar un acuerdo de paz. Y que, de no darse ese cese al fuego, Estados Unidos incrementará la presión económica contra Rusia. Difícil es predecir si esta advertencia la tomará en serio Vladimir Putin. Para él, la guerra en Ucrania que no termine en su total conquista y sometimiento es una derrota. Tampoco hay forma de predecir lo que haga la Casa Blanca si, en efecto, su advertencia es desoída por los jerarcas de Moscú. Lo más probable es que haya algún gesto de negociación por parte de Putin, pero que no lleve a nada. Trump, por su parte, podría tomar la causa de Ucrania como una boya frente a los problemas que enfrenta casa adentro.

Al margen de lo que resulte de este episodio, lo que no debe pasarse por alto es el hecho de que el enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania implica un enfrentamiento directo entre una potencia nuclear y una nación que carece de ese tipo de arsenal. Lo alarmante es que este tipo de enfrentamiento, es decir, uno en el que al menos una de las partes involucradas posee un arsenal nuclear, ha venido incrementándose en los últimos meses. En la primera semana de mayo de este año Pakistán y la India, dos naciones con armas nucleares, tuvieron un enfrentamiento con armas convencionales. El más duro enfrentamiento desde 1999. Pocas semanas después, aviones israelitas atacaron las facilidades nucleares de Irán. Y luego lo hizo los Estados Unidos. Lejos de detener el programa de desarrollo nuclear, los ataques probablemente han empujado a Irán a acelerar su carrera para obtener capacidad nuclear. Corea del Norte y China, naciones ambas con arsenales nucleares, no han ocultado sus políticas expansionistas con el apoyo de dichos arsenales.

Por 80 años –la edad que tiene el sistema de Naciones Unidas– no ha existido un conflicto bélico de importantes dimensiones entre naciones con armas nucleares. En raras ocasiones, una potencia nuclear ha atacado a una nación sin ese tipo de armamentos. El caso de Estados Unidos invadiendo Irak en 2003 o el de China atacando a Vietnam en 1979 son de las pocas instancias de este tipo de conflicto. Las naciones sin armas nucleares, a su vez, rara vez se han aventurado a desafiar bélicamente a aquellas con ese tipo de bombas. Argentina lo hizo contra Inglaterra (1982) y Corea del Norte atacó ciertos cuarteles estadounidenses apostados en Corea del Sur (1950).

El advenimiento de las armas nucleares introdujo un cambio sustancial en las relaciones internacionales. Su poder de destrucción capaz de aniquilar a los contendientes llevó a algunos a considerar que una guerra nuclear era prácticamente imposible. Pero la realidad ha sido otra. Durante esa “larga paz” de la que habla John Gaddis, que trajo la Guerra Fría, se dieron algunos conflictos bélicos entre potencias nucleares, pero fueron conflictos muy focalizados y se dieron a través de terceras naciones. Por ello, lo que más llama la atención es, por una parte, el hecho de que recientemente se ha incrementado la intensidad de conflictos que involucran a potencias nucleares; y, por la otra, el que haya líderes de naciones nucleares que han banalizado el poder destructivo de estas armas. (O)