Difícil encontrar profundidad en tiempos donde se exige impacto y visualizaciones. Entiendo las propuestas de las plataformas digitales, no hay negocio, medio de comunicación o influencer que renuncie a la exposición que demanda el mercado. Las marcas personales imponen una constante performance que suena a impostura y artificialidad. No siempre se puede ser feliz, atento, efusivo, mostrando que todo necesita ser “vendido” con animaciones, música de fondo, transiciones y recursos que captan la mirada de los espectadores. Sobre todo, cuando se trata de libros. Nuestra vocación lectora sabe que los escenarios que acompañan a los lectores no precisamente coinciden con la extrema algarabía ni distractores. Se lee en silencio, con pausas y luchando contra la vida cotidiana. Privilegio quien pueda dedicarse solo a leer porque sabemos que la batalla del lector siempre es contra el tiempo: queremos leerlo todo, ¿pero en qué momento? Y sí, creamos comunidad y deseamos compartirlo con nuestro círculo cercano. Hay gustos para todos, respeto la insaciable muestra de libros y espero que beneficie a nuestra industria editorial. Entiendo y temo que será difícil cambiar la ruta. Entonces, respiro y pauso.

Y en esas pausas encuentro extremos que escapan de dichas dinámicas. Aquí la oralidad se impone frente a los distractores visuales, acompañada de anuncios publicitarios o música que equilibre la propuesta del programa. Hace meses que sintonizo la radio de camino a casa para escuchar voces y desarrollo de ideas. Los pódcasts dan ese acceso y puedes sintonizarlos en cualquier momento. Sin embargo, he optado por la opción del dial, de la búsqueda manual, de indagar en la radio y de enganchar con la propuesta de la emisora al azar. En uno de esos recorridos topé con el programa diario Regresando con Andrés Carrión (16:00 a 18:00), formato que combina noticias y entrevistas de actualidad con invitados expertos que aportan diversas perspectivas.

En la emisión del pasado viernes 22 de agosto, Carrión conversó con el docente universitario e historiador quiteño Santiago Cabrera Hanna, a propósito de dos acontecimientos: los médicos ecuatorianos que fueron denunciados en Argentina por copiar en el examen único de residencia y el grupo de compatriotas en estado de ebriedad en Nueva Jersey, quienes provocaron disturbios.

El periodista inició el intercambio con el debate sobre nuestra idiosincrasia y la conocida cultura ecuatoriana: “la del vivo, ”la del sapo” y con predisposición al desorden. Cabrera dejó claro que no debemos generalizar ni caer en estereotipos que dañan la imagen de los ecuatorianos. Puntualizó que este suceso es una cuestión ética, y que esta se construye todos los días a través de nuestras conductas en distintos contextos. Para nosotros implica levantar horizontes transparentes sobre nuestros campos de acción. Además, exige condenar y rechazar hechos tramposos siempre. Aplaudo que los medios examinen problemáticas que permitan mirarnos a nosotros mismos. Un rol que debemos asumir todos. Mientras tanto, mi espíritu analógico celebra contar con espacios de reflexión cuando emprendo el camino de regreso. (O)