En nuestro lenguaje cotidiano, la palabra crisis ha adquirido relevancia. La usamos para referirnos a la actual situación del país, decimos que estamos en crisis económica, crisis política, crisis de seguridad, en definitiva, que el país está en crisis, en una situación grave que pone en peligro el desarrollo, la democracia y hasta la vida de los ciudadanos. En estas circunstancias lo que más temor causa es la inseguridad y clamamos por una solución, que tendría que empezar por identificar las fuentes y los culpables.

En esa búsqueda, se corre el riesgo de identificar delincuencia con pobreza, lo que además de injusto es peligroso.

Ciertamente hay pobres que cometen delitos igual que otros que no lo son, y no es justo decir o pensar que los pobres, así generalizado y en plural, son delincuentes. Y es peligroso, porque al identificar delito con pobre disminuyen aún más sus oportunidades de desarrollo personal, pues entenderlo así genera desconfianza y les cierra las puertas de las pocas probabilidades de conseguir trabajo o de terminar el bachillerato. A veces solo les queda la desesperación de no poder mantener una familia y sucumben a la tentación del dinero fácil, porque como leí alguna vez en una pared de Quito: “El hambre es hereditaria”.

De una crisis se sale bien o mal y nuestro país está en esa encrucijada, por eso es necesario acertar en las medidas por tomar. De algunas se habla mucho: hay que capacitar y dotar de lo necesario a la Policía y aumentar su número, hay que construir más cárceles y administrarlas mejor, hay que lograr una administración de justicia en la que jueces probos no tengan precio, hay que propiciar el desarrollo económico para que se creen más fuentes de trabajo, pero poco se habla de la necesidad de convertir en realidad aquello de igualdad de oportunidades para todos y es urgente, porque aunque ahora se lograra el objetivo los delincuentes ya hicieron escuela y, aunque no nos demos cuenta, de las oportunidades depende el rumbo de la vida de cada persona y su ubicación en la sociedad. No es difícil entenderlo si nos ponemos en el lugar del desfavorecido.

De una crisis se sale bien o mal y nuestro país está en esa encrucijada, por eso es necesario acertar en las medidas por tomar.

Alguna vez he pensado que si mis padres no hubieran tenido trabajo y educación, probablemente yo no estaría conversando con ustedes desde estas páginas, sino deambulando por las calles vendiendo empanadas, frutas, gorras, cualquier cosa que me permitiera sobrevivir, arriesgándome a que me quiten la mercadería y me corran del lugar porque hay que cuidar el aspecto de la ciudad y aguantando el mal modo y el desprecio de los transeúntes o, quizás, vendiendo cigarrillos afuera de algún colegio.

En nuestro país, en los barrios pobres hay mucho talento desperdiciado porque no tuvieron la oportunidad de desarrollar sus aptitudes y capacidades y por eso hay que añadir a las soluciones planteadas la creación de oportunidades para que niños y jóvenes no sean pieza multiplicadora del delito. Las artes y el deporte son caminos adecuados y para lograrlo se requiere trabajo de instituciones oficiales, universidades, gremios, artistas, el voluntariado, ONG, fundaciones. Todos. (O)