Muchas personas interpretaron que la afirmación del presidente de la República, Daniel Noboa Azín, sobre la posibilidad de utilizar la inteligencia artificial (IA) para la redacción de una Constitución en Ecuador fue una ironía. Sin embargo, el tono que utilizó, su gestualidad facial y corporal, y sobre todo el público al que iba dirigida obligan a tomarla como una afirmación seria. Ese público eran jóvenes estudiantes, personas que se están formando y que en ese proceso no solamente deben adquirir conocimientos, sino que están obligadas a interiorizar el valor de la responsabilidad de construir su propio pensamiento. Vale decir, la responsabilidad de actuar como un ser racional. Se podría decir que era el peor lugar para emitir un mensaje como ese. Y era, también, el peor momento.
En efecto, es un verdadero despropósito sugerir esa posibilidad cuando el país tiene que decidir si aprueba o niega la convocatoria a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución. Equivale a afirmar que no importará a quiénes elijan los votantes, ya que bastará con que algún asistente formule las preguntas adecuadas en el software correspondiente. De hacerlo así, quedaría eliminada desde el inicio la condición del asambleísta como portador de la voluntad popular. En realidad, quedaría eliminada su propia condición ser pesante. Obviamente, esta última observación puede ser fácilmente rebatida aludiendo a la realidad palpable de los y las integrantes de la actual Asamblea Nacional y de las anteriores, en que aquella condición de seres racionales solo puede aplicarse a una insignificante minoría.
Sin embargo, precisamente en la evidencia de aquella realidad es en donde podría encontrarse hipotéticamente (es decir, siempre como un supuesto) la idea que tiene el presidente Daniel Noboa acerca de la redacción de la nueva Constitución del Ecuador. Es probable que, consciente como debe estar del deplorable nivel de aquel cuerpo representativo, concluya que lo mejor será ignorarlo. La estrategia consistiría en ir encajonando todos los considerandos, los artículos y los capítulos que ellos y ellas vayan elaborando, para ir sustituyéndoles por lo que vaya arrojando la inteligencia artificial. Al fin y al cabo, por la experiencia de estos meses él sabe que desde ese cuerpo representativo no saldría un solo reclamo, no solo porque la obediencia es ciega, sorda y muda, sino porque ni siquiera notarían los cambios. Aún más probable es que ni siquiera vaya a ser necesario que produzcan y envíen algo, ya que bastaría con matar el tiempo con discursos y peleas insulsas, mientras la inteligencia artificial funciona a toda máquina en la Presidencia del Ecuador o en alguna oficina particular.
Adicionalmente, esta modalidad serviría para dejar de lado la preocupación por contar con la mayoría de los dos tercios que establece el reglamento que acompaña a la convocatoria. En un tiempo en que se impone como verdad el inmediatismo mediocre de las redes sociales, el número de votos o de manos alzadas cederá el puesto al algoritmo de ese oxímoron que se denomina inteligencia artificial o IA. (O)