El cambio de gobierno en Ecuador ha tenido un sabor agridulce. Por un lado, a partir del triunfo de Guillermo Lasso, de clara tendencia neoliberal, sobre su contrincante de tendencia del socialismo del siglo XXI, los mercados internacionales reaccionaron favorablemente a la perspectiva económica del país. El riesgo país bajó sustancialmente en horas y se respiró cierta calma ya olvidada en las últimas décadas.

Lasso enfrenta un clima económico difícil: el año pasado, el PIB se redujo en un 7,8 %. Pero los inversores aplaudieron su victoria. Él apoya ampliamente un paquete de préstamos de 6,5 mil millones de dólares del FMI firmado por el gobierno saliente de Lenín Moreno, de los cuales $ 2,5 mil millones quedan por desembolsar. Además, favorece las reformas para impulsar la competitividad de las empresas ecuatorianas.

El panorama con el que el nuevo Gobierno empezó no fue el mejor ni el más despejado, Guillermo Lasso arrancó con el respaldo de solo 31 de los 137 legisladores de la Asamblea Nacional. No obstante, después de 14 años de políticas profundamente confrontativas, primero en el régimen de Rafael Correa y luego en el de Lenín Moreno, la perspectiva de cambio es un alivio para muchos.

Bajo la dirección de Lasso, Ecuador también se ha reincorporado al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi) del Banco Mundial después de 12 años, una medida que debería alentar la inversión extranjera. Y, aunque es evidente la línea de derecha y la política neoliberal que sigue Lasso, viajó a México para discutir un tratado de libre comercio, un requisito para que Ecuador se una al bloque comercial de la Alianza del Pacífico, que actualmente incluye a sus dos vecinos inmediatos, Colombia y Perú, junto con Chile y México.

Esto prueba que Lasso no es un político tradicional o, simplemente, no se deja guiar tanto por la política como otros personajes. Fue evidente su disposición a dejar de lado la ideología para sentarse con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, un líder con el que tiene poco en común. Los analistas opinan que Lasso está gobernando sin dogma. Ha demostrado que está dispuesto a escuchar y generar consenso.

El presidente dice que sus reformas son esenciales para reiniciar una economía que se contrajo casi un 8 % el año pasado. La deuda ha aumentado a alrededor del 65 % del PIB y el déficit fiscal se ha ampliado. Como la única economía formalmente dolarizada en Sudamérica, Ecuador está limitado en lo que puede hacer para corregir sus cuentas.

En lo económico, el país tiene muchos retos para conseguir una reactivación económica, por el déficit que se arrastra desde la segunda década del siglo XXI, debido al derroche en el gasto público. Por otro lado están las inconformidades de gremios sociales sobre el incremento del precio de los combustibles.

El as bajo la manga del nuevo Gobierno será llamar al pueblo a decidir ciertos asuntos a través de plebiscito o consulta popular. Las estrategias económicas están bien encaminadas, pero hay que conjugarlas con lo político. Ese es su verdadero reto. (O)

grovayo@roadmak.com