Cuando en el año 1958 me gradué de bachiller en el Colegio San José, de los Hermanos de La Salle, en Guayaquil, no había oído hablar del ‘Día de Acción de Gracias’, que desde hace muchos años se viene celebrando en los Estados Unidos. Y fue cuando mis padres me enviaron a estudiar un año y medio a ese país, poco tiempo después de aquella graduación, que conocí de esa fiesta de ‘Acción de Gracias’, que allá ya era una verdadera fiesta nacional, cuyos orígenes entre los distintos estados de ese país fueron para celebrar las buenas cosechas y para agradecer a la Divinidad por todas las gracias recibidas en el pasado. Desde entonces yo quedé cautivado por esa tan hermosa festividad estadounidense; para después hacerla también mía más o menos desde el año 1980, cuando ya tenía formado mi nueva familia, con hijos adolescentes.

¿Qué se celebra en Acción de Gracias (‘Thanksgiving’) y cuál es la importancia de esta fecha?

Con este antecedente, muy importante para mí, paso a consignar aquí, públicamente, mi especial agradecimiento a Dios por los grandes maestros que Él puso en mi camino durante mi niñez, mi adolescencia y los primeros años de mi juventud, y que, después de mis padres, acabaron de formarme en la escuela, el colegio y la universidad.

Y eso me lleva necesariamente, en primer lugar, a mi Colegio San José, allá por el año 1949 y hasta el año 1958, y luego a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil, desde el año 1960 al 1965.

Fueron en esas épocas en que, gracias a Dios, tuve los mejores maestros que pude tener, después de mis padres, como los profesores Vicente Narea Sosa y Abelardo García Arrieta; el hermano Pedro, el hermano Agustín, el hermano Serafín, el hermano Pancho y el padre Juan Fernández Marín que fue el capellán del colegio que más recordaré.

Y, después, cuando ingresé a la universidad, fui otra vez bendecido por Dios con las enseñanzas y las lecciones que recibí de esos grandes maestros que jamás olvidaré, como los doctores Gil Barragán Romero, Juan Alfredo Illingworth Baquerizo, Humberto Ferreti Romero, Raúl Gómez-Lince, Antonio Sánchez Granados, Leonidas Ortega Moreira, Carlos Feraud Blum, Manuel de Jesús Real Murillo, Ramón Vela Cobos y Rafael Mendoza Avilés. (Aclaro, eso sí, que no tuve la suerte de ser alumno y de recibir las enseñanzas de los maestros Agustín Vera Loor, Jorge Zavala Baquerizo y Edmundo Durán Díaz).

Dejo cumplido así un viejo compromiso que hace varios años contraje conmigo mismo, para que en una época especial, como es la de ‘Acción de Gracias’, pueda dejar constancia pública de mi respeto enorme y de mi imperecedera gratitud para con esos maestros inolvidables que el buen Dios puso en mi camino. (O)