(Este es un fragmento de un libro que estoy escribiendo sobre el Jesús histórico desde un punto de vista académico. Publicación esperada para el 2026).
Aunque pueda parecer sorprendente, durante los primeros siglos del cristianismo Jesús generalmente no era retratado con su ahora familiar barba y pelo largo, sino que era presentado como un hombre joven con pelo corto y sin barba. Este tipo de retrato estaba inspirado por las representaciones grecorromanas de divinidades juveniles, como Dionisio o Hermes. Este es el caso, por ejemplo, de las imágenes de Jesús que fueron preservadas en Dura Europos (Siria), las cuales son del siglo III y constituyen los retratos cristianos más antiguos de Jesús de Nazaret. En contraste, la imagen familiar de Jesús con barba y pelo largo no se popularizó sino hasta el siglo IV, y fue inspirada por las clásicas imágenes de los filósofos y los dioses grecorromanos “adultos”. La túnica, barba y pelo largo son rasgos que encontramos en las representaciones de filósofos, como Aristóteles y Apolonio de Tiana, al igual que las de dioses, como Esculapio, Júpiter y Serapis. De hecho, algunas de las representaciones antiguas de estos dioses son prácticamente indistinguibles de las imágenes de Jesús. Fue esta figura de Jesús, representado como un dios mediterráneo de larga barba y melena, la que al final se impuso en el arte cristiano, convirtiéndose en la venerada imagen que reconocemos hoy.
Ahora bien, aunque el Nuevo Testamento nunca describe a Jesús, ciertos pasajes nos permiten deducir algunas cosas sobre cómo se veía probablemente. En 1 Corintios, Pablo afirma que “es una vergüenza para el hombre dejarse crecer el cabello” (11:14), un comentario que difícilmente habría hecho si es Jesús hubiera tenido la abundante cabellera con la que nos lo imaginamos hoy. Por otro lado, los evangelios nos dicen que Jesús era un tekton, una palabra que suele ser traducida como ‘carpintero’ pero que abarcaba trabajar con madera, piedra y la construcción en general. Esto significa que Jesús realizó intensas labores físicas durante toda su vida. Finalmente, el hecho de que los evangelios no nos digan nada sobre su apariencia sugiere que no tenía ningún rasgo que llamara la atención. Esto parece confirmarse por el hecho de que Judas haya tenido que ir personalmente con los soldados para identificar a Jesús, un detalle que, de ser histórico, nos diría que no tenía ninguna característica que lo diferenciara del resto de sus seguidores, es decir, campesinos galileos del siglo I.
Todo esto sugiere que Jesús se veía muy distinto a la forma como nos lo imaginamos. Lo más probable es que se pareciera a un campesino judío común de su tiempo: de estatura media (unos 1,66 m), complexión robusta, piel oliva curtida por el sol, ojos marrones, y cabello corto y oscuro, probablemente acompañado de una barba igualmente corta.
En 2001, el antropólogo Richard Neave elaboró una reconstrucción facial basada en el cráneo de un judío del siglo I. Aunque no se trata del rostro de Jesús, sino del de uno de sus contemporáneos, es probablemente la representación más cercana que tenemos de cómo pudo haber lucido Jesús de Nazaret. (O)










