Por invitación de Xi Jinping, Guillermo Lasso estará en Pekín para la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno (febrero 4), y llevará una carpeta con siete puntos a tratar (ver Diario EL UNIVERSO, enero 9).

El presidente Lasso hubiera preferido viajar primero a Washington, dado su alineamiento con la democracia representativa y el capitalismo liberal. Pero Washington está en plan de reducir su papel en el mundo y mirar más hacia adentro. A pesar de las excelentes relaciones bilaterales y la cooperación en diversos campos, Biden no está dispuesto a firmar un acuerdo comercial ni tiene tiempo para reunirse con Lasso.

Xi, en cambio, está en plan de elevar el perfil internacional de la China y llenar el vacío que deja EE. UU. Con Lasso ha acordado apoyar la firma de un acuerdo comercial. Y ese punto lidera la agenda que lleva el presidente ecuatoriano a Pekín. Un acuerdo comercial eliminaría aranceles a las exportaciones ecuatorianas, consolidando el mercado chino para el camarón ecuatoriano, y aumentaría la competitividad del banano. Abriría las puertas a otras exportaciones. Un acuerdo con China requerirá una mayor apertura del mercado ecuatoriano a bienes chinos de consumo. Aun sin acuerdo comercial, los vehículos chinos ganan espacio en el mercado nacional. Un acuerdo con China presentaría un gran desafío a la industria nacional de sustitución de importaciones. Pero igual lo hará el inminente acuerdo con México. Esta industria va a tener que reorientar su producción hacia bienes que no necesiten protección y que pueda exportar.

Estrechar las relaciones mediante un acuerdo tornaría más atractivo para la China invertir en Ecuador. El Gobierno tiene como objetivo captar montos importantes de inversión extranjera en el cuatrienio, y para ello necesita atraer capital de diversos orígenes. Con la renuencia de las grandes petroleras occidentales a invertir en Ecuador, se torna conveniente una mayor inversión de las petroleras chinas para alcanzar con la meta de un millón de barriles diarios. Lasso también debería plantear que la empresa estatal china que tiene la concesión del proyecto minero Panantza–San Carlos se decida, sea a invertir y desarrollarlo, o ceder sus derechos a quien esté dispuesto a hacerlo. El proyecto es mayor que Mirador, y está sumamente atrasado.

La relación con China se estrechó bajo Rafael Correa, en parte por razones ideológicas: Correa manifestaba su admiración por el capitalismo chino, en el que las empresas están subordinadas a la burocracia, no hay elecciones libres ni un sistema judicial independiente. China invirtió fuertemente en Ecuador y prestó grandes sumas al Gobierno.

La burocracia china resultó más efectiva que la del correato, y hoy le toca a Guillermo Lasso negociar mejores condiciones de la deuda y de los contratos, mediante los cuales Ecuador entrega su crudo a la China para que esta lo comercialice.

Convendría para la relación bilateral, y para la imagen internacional de China, que se superen los problemas varios de la central Coca–Codo Sinclair. Respecto de la pesca de la gigantesca flota china, un acuerdo factible, es que la pesca de calamar gigante se desembarque y procese en los puertos nacionales, Manta y/o Posorja.

Lasso lleva a Pekín un maletín con sobrepeso. (O)