Durante los últimos 20 años, las Ediciones Universidad Diego Portales, desde Santiago de Chile, ha publicado no solo lo mejor de la literatura chilena, destacando su colección de recuperación de obras completas de poetas –desde Gabriela Mistral a Parra, Lihn y Claudio Bertoni– y de ensayos que pasan las fronteras chilenas y acogen lo más destacado de la producción intelectual de América Latina, e incluso más allá con traducciones de obras de Jacques Derrida y otros. En la colección Pensamiento Contemporáneo se han publicado obras de Humberto Giannini, Aïcha Liviana Messina o Carla Cordua. Allí acaba de aparecer el libro del crítico ecuatoriano radicado en Estados Unidos Wilfrido H. Corral titulado Nueva cartografía occidental de la novela hispanoamericana. Este título se suma a otras obras suyas, editadas en España, que me parece necesario mencionar para tener una visión panorámica de su propuesta: en 2023 publicó Peajes de la crítica latinoamericana (Punto de Vista Editores) y en 2019 el tomo de más de 600 páginas, Discípulos y maestros 2.0. Novela hispanoamericana hoy (Iberoamericana Vervuert). Los títulos podrían llevar a afirmar lo que es obvio: Corral trabaja sobre literatura latinoamericana. Habría que remitirse otros libros suyos, publicados en inglés, donde se acerca a la situación de la teoría literaria contemporánea como la antología que preparó con Daphne Patai para Columbia University Press, Theory’s Empire o la que publicó en Bloomsbury, The Contemporary Spanish-American Novel: Bolaño and After, en colaboración con Nicholas Birns y Juan E. de Castro. Lo que en realidad tenemos es un trabajo sostenido y continuo que lo convierte en uno de los críticos latinoamericanos más destacados internacionalmente. Este título nuevo corrobora el enfoque comparatista de gran solvencia de Corral. Acostumbrados a las circunscripciones pacatas por un prurito metodológico que acota en exceso el campo de estudio, la denominada especialización, la academia convencional olvida que el gran conocimiento de un estudioso de la literatura consiste en ampliar el espectro y poner en diálogo distintas vertientes y metodologías. Lo que hace Corral es volver problemático un territorio ya de por sí complicado como lo es la literatura latinoamericana. Y lo hace criticando las maneras en la que proceden desde los críticos literarios nacionales a los latinoamericanos radicados en Estados Unidos, los críticos españoles y europeos, y por supuesto las visiones globales impuestas por la academia norteamericana. En rigor, se trata del trabajo de un comparatista que puede hablar sobre críticos latinoamericanos como Cándido, Rama, Ana Barrenechea, Sarlo, Domínguez Michael o Marcela Croce (con los que tiene una gran afinidad), así críticos contemporáneos como los italianos Moretti, Guido Mazzoni o Massimo Rizzante, el francés Jean Bessière, el polaco Pavel o su admirada Rita Felski. Esta compleja red que Corral maneja con una puesta al día admirable no desprecia, más bien valora y le da también nuevos aires lo más remoto de la tradición de la novela y su crítica. Esto genera una tensión intelectual particular en su lectura, exige estar atento a un complejo concierto de voces de distinto registro, pero que gracias a esa mirada de panorama exhaustivo pone en su sitio las pretensiones de ultramodernidad que, a la larga, no proponen nada nuevo, o se vuelven ciegas ante lo que parece menor, lo que realmente proponen las novelas que más bien rehúyen de la instrumentalización ideológica, nacionalista o activista de algunos críticos de la academia. A su vez, Corral critica con no poca polémica los que considera visiones restrictivas y con olvidos en el mexicano Ignacio Sánchez Prado, el español Beltrán Almería y varios casos más que ponen en evidencia sus limitaciones.

El panorama que traza Corral en Nueva cartografía occidental de la novela hispanoamericana se centra en seis ejes. Así, empieza por colocar a Ángel Rama como un eje crítico fundamental en su texto Diez problemas para el novelista latinoamericano, pasa luego a estudiar en paralelo a los vanguardistas ecuatorianos Pablo Palacio y Humberto Salvador, luego otra dupla comparada entre Julio Cortázar y Vargas Llosa, de manera individual y muy crítica a Carlos Fuentes, para concluir con una reflexión exhaustiva sobre las novelas “sin timón”, mal llamadas totales, y el último eje: “Noticias (críticas) falsas de la teoría novelística”. Todo esto permite comprender problemas fundamentales: la novela latinoamericana no se puede disociar de la tradición occidental, no porque se someta a ella, sino porque la revisa y asume críticamente. Esta postura Corral la encuentra más viva en los mismos novelistas que en sus críticos, o mejor dicho, no solo en las mismas obras de los novelistas sino en las reflexiones de estos sobre la novela, para lo que se remite a reflexiones que pueden venir desde principios del siglo pasado en Virginia Woolf, posteriores de Doris Lessing y hasta nuestros días, con su también admirada Ariana Harwicz. En realidad, lo que hace Corral es crítica sobre la crítica, especialmente de la que no sabe abrir el panorama como si no quisiera comprender las riquezas de las novelas sino su adecuación a los intereses del “lugar de enunciación” de los críticos. Lo provechoso de la metodología comparatista y exhaustiva de Corral es que, sin pretender dar una teoría de la novela, de la que descree, da luces para que se puedan comprender los desafíos intelectuales que puede llegar a plantear la novela, reacia a los reduccionismos, y la vuelve a colocar como una manifestación artística cargada de posibilidades cognitivas en un mundo que aparentemente la deja al lado o la doméstica, cuando lo cierto es que sigue planteando desafíos de todo tipo, históricos, psicológicos, filosóficos, lingüísticos, aunque su rostro más visible sea el de las novelas sometidas a un mero papel de diversión o de índice de ventas. Por suerte hay críticos que saben discriminar lo banal de lo profundo y que comprenden que este despliegue tan vasto habla de su vitalidad, aunque no sean retratos estrictos de la realidad. Y que convendría empezar a leer de otra manera las novelas, con más rigor y por encima de lo que se pretende obtener de ellas. (O)