El ataque ruso a Ucrania debería ser una oportunidad para que los dirigentes políticos ecuatorianos asuman la mínima responsabilidad de anticipar soluciones para las consecuencias que tendrá ese hecho sobre la economía nacional. ¿Alguien les habrá informado a esos señores (y esas señoras) que las primeras horas de esta guerra ya causaron efectos en las exportaciones de banano y de flores, que tienen como uno de los principales destinos a Rusia? ¿Habrán oído alguna vez que, aunque ellos (y ellas) griten y pataleen en la Asamblea, vivimos en un mundo globalizado en que la caída de las bolsas impacta en la tasa de interés interna y en las condiciones de pago de la deuda externa? ¿Podrán entender que el incremento del precio del petróleo en el mercado mundial repercute en los precios de los combustibles en el mercado interno y que de eso se aprovecharán los Iza que no ven más allá de sus narices? En fin, ¿sabrán que la guerra iniciada por el autócrata ruso puede transformarse en una conflagración mundial en la que se involucrarán Estados Unidos, los países europeos y China, que son los principales socios comerciales del Ecuador?

No, obviamente no saben. Ni siquiera hacen preguntas sobre ese tema, porque no cabe en su limitado horizonte. Su juego está en la cancha minúscula, allí donde el premio anhelado es la impunidad. Eso es lo que les une a quienes, desde sus respectivos espacios de poder, metieron enormes cantidades de basura bajo la alfombra. Son los enemigos íntimos que lograron ganarse a los que navegan en las aguas del pendejismo para alcanzar el objetivo común. Con esa meta en la mira tejieron la trama que se fue concretando en varios episodios recientes. El primero consistió en mirar hacia otro lado para que la ley económica del Gobierno pasara automáticamente sin debate. Sin embargo, el premio no llegó y fue necesario dar paso al conjunto de maniobras realizadas en el Consejo de Participación Ciudadana para copar las entidades de control, comenzando por la Contraloría. Todo iba de acuerdo a sus planes, hasta que se formó una nueva mayoría dentro de ese organismo que destapó las intenciones y las frustró.

La tarea pasó a la Asamblea, donde combinaron todas las movidas posibles. Desataron una lluvia de llamados a juicio político a autoridades gubernamentales y de las entidades de control. Sin ninguna vergüenza se opusieron a una ley destinada a lograr que los corruptos respondan con sus bolsillos por sus trafasías. Negaron la posibilidad de que el pleno legislativo conozca y decida sobre las denuncias de corrupción en las universidades cínicamente llamadas emblemáticas. Finalmente, avanzaron hacia la destitución de las autoridades de la misma Asamblea, que es en lo que se encuentran en el momento de escribir esta columna.

Sea cual sea el resultado, la impunidad no estará asegurada mientras el Gobierno no esté en manos de uno de ellos o de todos en conjunto. Para lograrlo necesitan que el presidente Lasso acuda a la muerte cruzada, con el correspondiente llamado a elecciones. Los socios de la impunidad creen que ahí está su oportunidad. Por ello, la pregunta del momento es si se dejará llevar hacia allá y si en medio del feriado se producirá un carnavalasso. (O)