Es mi tradición escribir el último artículo del año a base de una canción. Esta vez, elegí una canción compuesta por el cantautor chileno Julio Numhauser, en Suecia en 1982. La canción fue grabada posteriormente como cover por Mercedes Sosa en 1984, en su álbum ¿Será posible el sur?, convirtiéndose en un clásico de la música latinoamericana. La versión que más me gusta es la que canta con Abel Pintos.
Cambia lo superficial/ Cambia también lo profundo/ Cambia el modo de pensar/ Cambia todo en este mundo/ Cambia el clima con los años/ Cambia el pastor su rebaño/ Y así como todo cambia/ Que yo cambie no es extraño.
María Teresa Vilariño dice sobre la canción que es un himno a la transformación, pero también un recordatorio de que la vida está en constante movimiento, nada permanece intacto: ni el paisaje ni las emociones ni nosotros mismos; pero la canción también nos invita a reflexionar sobre la identidad por lo nuestro.
Por supuesto que es verdad, los cambios son parte de la vida; por más de que nos aferremos a las personas o las cosas para sentirnos seguros, el camino tendrá cambios –voluntarios o cambios obligados–, opciones que no quisimos tomar pero que las circunstancias fueron incontenibles.
Cambia el clima con los años/ Cambia el más fino brillante/ De mano en mano, su brillo/ Cambia el nido el pajarillo/ Cambia el sentir un amante/ Cambia el rumbo el caminante/ Aunque esto le cause daño.
Quien escribió la canción, Julio Numhauser, lo hizo desde el exilio en Okar, Suecia, cuando le tocó enfrentar la cruda realidad de dejar su amada Chile, en pleno golpe de Estado. Cuántas historias de exilios obligados tenemos (políticos y económicos principalmente); lo hay en mi familia: mi padre por razones políticas salió en la década del sesenta de Argentina, nunca volvió, tuvo que asumir el cambio obligado, adaptase, reinventarse, como muchos de nuestros queridos migrantes.
Pero pese a todos estos cambios, dice la canción que hay algo que no cambia:
Pero no cambia mi amor/ Por más lejos que me encuentre/ Ni el recuerdo ni el dolor/ De mi pueblo y de mi gente.
Esta hermosa adaptación de una reflexión sobre la capacidad que tenemos de adaptación, resistencia y refundación, con una poderosa declaración de que el amor por la patria y su gente no cambia, pase lo que pase. Todos somos testigo de ello, en los ojos cansados de nuestra gente que, por días mejores y por escapar de los peores abandonaron físicamente el país, pero el corazón jamás tomó ese viaje, se quedó para siempre.
Quien escuche esta canción a partir de ahora, recuerde esta historia; valoren la valentía de quienes debieron partir sabiendo que su pertenencia sigue intacta, que no olvidarán ni el dolor ni a su gente; para ellos estas palabras, para los queridos migrantes que hoy aportan casi 8.000 millones de dólares para la economía con sus remesas y que lo menos que puede hacer el Estado es asistirlos frente a la dura crisis de la política migratoria, este es el mensaje, ellos no nos dejaron, nosotros los estamos dejando a ellos. Feliz 2026 a todos, no perdamos la esperanza, seamos optimistas y humanos. (O)











