Las paradojas también juegan al fútbol. Y si lo dudan, miren el grupo que le tocó a la selección del Ecuador para la fase inicial del Mundial 2026. Fíjense en el primer partido, a jugarse en Filadelfia. Sí, contra Costa de Marfil, un equipo fuerte, pero de poca suerte en torneos futbolísticos de alto nivel. Con el que estamos compitiendo desde hace rato en otro escenario mundial: el del liderato en la exportación del mejor cacao que consume el mundo.

Costa de Marfil, reconocido ampliamente, es el mayor productor mundial de cacao, con casi el 40 % del mercado que, sumado a lo que hace su vecina Ghana, cubren al menos el 50% del requerimiento mundial, o lo que es lo mismo, captan a uno de cada dos consumidores de cacao. En el tropel que les sigue, pisándole los callos, está Ecuador que, aunque no es el que mayor captación de mercado tiene, sí es el líder mundial en la producción de cacao fino de aroma y el primer exportador de la “pepa de oro” de América. Nuestro cacao “arriba” no tiene competencia en los paladares más exigentes de chocolates, lo que se suma al hecho ya sin discusión de que el cacao es originario de tierras ecuatorianas, de la cuenca del Amazonas, y miles de años antes de Cristo.

Entonces el primer parangón que podríamos hacer entre Ecuador y Costa de Marfil es que tienen un largo historial de disputa entre cantidad y calidad. Y la cancha en que rivalizan es cada uno de los gigantes consumidores en el mundo: Holanda, Bélgica, Estados Unidos y Alemania. En los que Ecuador ha hecho gala de altos estándares que ahora, en lo deportivo, debemos ratificar.

Sin embargo, el juego limpio que se exige en el campo de fútbol no debe dejarse permear ni por un instante de cualquier infracción que ocurra en el ámbito comercial de esta disputa. Para Costa de Marfil, el cultivo del cacao es crucial en su economía y eso lo orilla a enfrentar desafíos significativos como la deforestación, el trabajo infantil y la urgente necesidad de prácticas agrícolas sostenibles. El Ecuador da, definitivamente, muestras de mayor respeto a esas reglas del juego y de mejor trato al producto que luego enaltece el nombre del país en las mejores vitrinas y exigentes paladares, sin la presión de ser el sostén de la economía, pues estas tierras tan privilegiadas tienen refuerzos importantes como el petróleo, banano, el camarón y ahora hasta nuevos descubrimientos mineros. Si queremos seguir haciendo paralelismos, podríamos desear que ojalá en Filadelfia también se impongan la calidad, la solidaridad y el respeto mutuo.

Ha sido, sin duda, una coincidencia feliz esta de tener nuestro partido inicial mundialista con un viejo conocido en las disputas comerciales. Y que si bien lidera (por ahora) el comercio del cacao, tenemos cifras deportivas que nos llenan de optimismo: ellos han ido a tres mundiales; nosotros a cuatro. Ellos no han pasado de la primera fase, pero en un Mundial que coincidimos, 2006, nosotros sí. Ellos ocupan actualmente el lugar 42 del ranking FIFA, en el que nosotros estamos en el puesto 23.

Que en el escenario mundialista de junio próximo gane el mejor. Y que ese mejor, como en el cacao, sea nuestro equipo tricolor. (O)