Bukele es un presidente ‘moderno’ y es natural que haya pensado en el bitcoin, la principal criptomoneda, para su uso libre en El Salvador. Un paso positivo. Pero Bukele también tiene serias tendencias estatistas y politiqueras por lo cual siempre hay que mirar con suspicacia sus propuestas. Y probablemente “hay gato encerrado”.

El bitcoin nace en el 2008 como una moneda virtual y descentralizada en paralelo a las monedas que ‘emiten’ los bancos centrales y ‘multiplica’ el sistema financiero. Sus creadores querían usar algo que no dependiera de su manipulación, que genera pérdidas por inflación o bancarias. El bitcoin depende de la tecnología blockchain en la cual hay aprobación de cada transacción ‘por parte de todos los usuarios’ y no hay la posibilidad de emitir discrecionalmente más dinero (tiene un límite a la cantidad máxima a ser creada). Puede ser usada para intercambios (aunque el proceso es más bien lento por el ‘control’), para ahorros ‘normales’ y para especulación (se compra y vende con la esperanza de ganar en las alzas muy importantes que se han dado)… Y han surgido otras criptomonedas que ofrecen formatos diferentes intentando cubrir defectos del bitcoin, que ya solo representa el 40% de ese mercado.

¿Sirve? Claro, es un paso más en las opciones monetarias, pero no es la panacea para el desarrollo. Antes eran usos más complicados (monedas, billetes) y luego más eficientes como cheques, transferencias, tarjetas de débito, billeteras electrónicas, etc. Avances siempre hacia menos físico y más virtual. Cada uno con pros y contras (un contra del bitcoin es la enorme volatilidad de precios, difícil usarla para intercambios). Y todo bajo el paraguas del dólar con el cual se hace el 70% de las transacciones mundiales, y es referente para casi todas (incluso los que ahorran en bitcoins, calculan en dólares).

El Salvador lo adopta y es positivo, pero Bukele le agrega algunas perlas que generan muchas dudas.

“Art. 7. Todo agente económico deberá aceptar bitcoins como forma de pago cuando así le sea ofrecido…”. Riesgo: que la adopción del bitcoin no sea un proceso voluntario.

“Art. 8. Sin perjuicio del accionar del sector privado, el Estado proveerá alternativas que permitan al usuario llevar a cabo transacciones en bitcoin, así como contar con convertibilidad automática e instantánea de bitcoin a dólar…”. Riesgo: que el Gobierno quiera crear su propia criptomoneda, manipulable.

“Art. 13. Todas las obligaciones en dinero expresadas en dólares… podrán ser pagadas en bitcoin”. Riesgo: nuevamente, volverlo obligatorio.

Riesgo general: introducir el bitcoin, volverlo obligatorio, luego introducir una criptomoneda estatal igualmente obligatoria, y se podría cerrar el círculo de ir eliminando la dolarización en El Salvador (si esa es la intención) e introduciendo otra vez moneda local. La obligatoriedad en sí misma es peligrosa. Esto se evitaría si Bukele propusiera algo muy sencillo: “Ninguna criptomoneda está prohibida por ley siempre y cuando las partes la acepten libre y voluntariamente” (a riesgo de cada quien). El bitcoin u otras criptomonedas serían más o menos usadas, o no… Bajo esa premisa ¿sería sensato en Ecuador? Por supuesto (con ciertos parámetros razonables de regulación). (O)