Brasil es quizás el único país americano en el cual la simbiosis religión-política resulta tan decisiva para los resultados políticos electorales. Se debe en parte a la debilidad de las normas jurídicas respecto a su actividad en este campo. La católica, primaria, ahora con tan solo 50 %, ha perdido desde 1980 el 30 % de su original militancia debido a la considerable actividad proselitista desarrollada por otras formas y practicas de cristianismo, como las evangélicas y un centenar de similares que representan un papel muy importante y decisivo en la política brasilera; 25 % de la Asamblea Legislativa con 132 diputados y 13 senadores ultraconservadores, integrando el Movimiento Evangélico Progresista, han logrado frenar el “progresismo” jurídico. Son dueños de numerosos medios de prensa y televisión y gozan de generosas excepciones tributarias. Los demás, el 20 %, carecen de religión o son de otras religiones.

Jair Bolsonaro, católico, militar, capitán de reserva del Ejército, inició su carrera política en 1988, cuando fue elegido concejal en Río de Janeiro. Dos años después fue electo diputado federal por el estado de Río de Janeiro. Amparado en el manto político de 8 partidos políticos diferentes logró 6 reelecciones consecutivas, manteniendo la línea conservadora de derecha con una discreta representación durante 28 años, haciendo cada vez más suyas las proclamas de la extrema derecha y de la derecha cristiana: defensa de la propiedad privada, reivindicación de la familia tradicional, el respeto a la moral y la aversión al Partido de los Trabajadores y al comunismo.

En 2017, logrando la particular simbiosis religioso-electoral alcanzó la Presidencia en el periodo 2018-2022. Se postuló a la Presidencia con el lema “Brasil por encima de todos. Dios por encima de todos”. Logró el 50 % del apoyo cristiano conservador de la Iglesia católica pactando alianzas con el arzobispo de Río de Janeiro y los principales exponentes evangélicos pentecostales y neopentecostales, conformados por la Iglesia Universal del Reino de Dios, Asamblea de Dios, Convención General de las Asambleas de Dios en Brasil, Pare de Sufrir, etc., y cientos de sectas protestantes. Cuando se postuló con su Partido Liberal para su reelección en el 2022, la votación evangélica y protestante le resultó insuficiente esta vez, debido a que el voto católico parcialmente logró captarlo su contendiente Inácio Lula da Silva, actualmente presidente. Ambos aspiran a la reelección en 2026.

Próximamente está por expedirse por la Corte Suprema de Brasil la sentencia en contra de Jair Bolsonaro por el delito de rebelión contra el Estado, por el cual permanece con prisión preventiva domiciliaria, medida controvertida internacionalmente y que ha generado considerables perjuicios económicos a ese país por parte de los Estados Unidos. La Corte Suprema podrá imponerle prisión hasta por 40 años, pero, con similar apoyo confesional electoral de 2018, Bolsonaro aspira con su fuerza en la Asamblea Legislativa a lograr su amnistía. Brasil deberá decidir entonces su futuro entre este choque de trenes. ¡Política o justicia! (O)