A una parte de la sociedad le molesta el asomo de cambios, no tolera que se subvierta el orden que siempre se ha considerado normal o característico.

Sin embargo, el cambio de generaciones va construyendo un nuevo orden. Ya se verá con el paso del tiempo si habrá sido para bien de la sociedad o no.

El cambio es la constante. Muchas ideas transgresoras dieron paso a cambios significativos para la humanidad. Así se abolió la esclavitud, se conquistaron derechos civiles, se exige la vigencia de los derechos humanos, que se acepte la diversidad, etcétera.

Aparejada a la aceptación de nuevas realidades y libertades va también la intolerancia. Esa intolerancia que se manifiesta en todos los círculos imaginables. Pero es cuando se la detecta en boca de figuras con exposición mediática que se genera ruido; de lado y lado se lanzan opiniones tratando de imponerse sobre el contrario.

En estos días se critica al periodista Andrés Carrión por la desafortunada manera de entrevistar a la primera ecuatoriana en ganar una medalla de oro olímpica, en levantamiento de pesas, Neisi Dajomes, al espetarle qué tal es su desempeño en quehaceres domésticos, como cocinar y lavar platos. Se le cuestiona que refuerce estereotipos que resultan discriminatorios.

También se reprueba que el presentador de televisión y comentarista radial Andrés Pellacini, en el contexto de la toma del poder de los talibanes en Afganistán, con el consecuente peligro y horror que ello representa para las mujeres en ese país, haya expresado: “Las invito a todas las feministas, vayan a trabajar a Afganistán” y otras perlas esparcidas en la interacción en el programa. En defensa suya, uno de sus compañeros ha dicho posteriormente que hay cosas de las que es mejor no hablar, aunque se las piense.

Yo digo: ¡Qué bien que estas personas que ‘cuentan con micrófono’ nos dejen saber cómo piensan! y que se hable de estos temas, porque, como ellos, hay una legión que se manifiesta, en son de broma o en serio, en redes sociales y en todos los ámbitos, con expresiones similares y peores, denigrantes, ofensivas, de mal gusto, en doble sentido, cuando no condescendientes, apocadoras.

La Defensoría del Pueblo dispuso que Pellacini emita disculpas públicas por sus comentarios, por considerarlos “sexistas, discriminatorios, segregacionistas, que exaltan o pretenden justificar la violencia y ataques a la integridad personal contra las mujeres y las feministas defensoras de derechos humanos”.

Hay un irracional ataque al feminismo (movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de capacidades y derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres). Es como si la masculinidad se sintiese amenazada, temerosa de perder(se). Si quienes denostan a las feministas pudiesen imponerse como los talibanes, ¿hasta dónde serían capaces de llegar? ¡Qué opinarán de los femicidios!

Ciertamente, hay personas que morirán siendo xenófobas, racistas, homofóbicas, misóginas... porque les es imposible cambiar la estructura de sus pensamientos, pero afortunadamente nuevas generaciones se muestran más sensibles y racionales. (O)