Divisa, lema, ¡grito! ¡Cuánto extraño a mi padre al ver a Aucas en la final del campeonato nacional! Se murió esperando un momento así. Era solo moderadamente aficionado al fútbol, pero no puedo olvidar la primera ocasión en que nos llevó al estadio del Arbolito a ver jugar al equipo ‘oriental’. Probablemente el apagarse de su afición se debió a la sequía de títulos que experimentó el club rojiamarillo por décadas. Yo no aguanté tanto, para 1966 ya había renunciado a la pesada herencia del auquismo paternal y optado por una camiseta que me dé más satisfacciones. No era porque sí, ni por alguna razón filistea que mi progenitor eligió militar en el equipo de la vieira, sino que, teniendo 19 años, fue trabajador de Royal Dutch Shell, cuando esta compañía intentó extraer petróleo del Oriente ecuatoriano.