Hoy es el quinto día del séptimo mes. Se fue medio año y no sé si ya cumplieron por lo menos la mitad de las promesas que hicieron el último día del 2024. ¿Estamos conscientes del paso del tiempo? Hace poco veía una entrevista a personas de la tercera edad en la que les preguntaban de qué se arrepentían, algunas respuestas eran graciosas, pero en el fondo había un denominador común: el arrepentimiento de no haber tomado más riesgos de todo orden, laboral, afectivo y social. ¿Por qué nos pasamos los días dejando todo para después? Para después el viaje, cuando haya más dinero; para después la cena en un lugar bonito, cuando los niños puedan quedarse solos en casa; para después estudiar lo que amamos, cuando ya los chicos hayan estudiado sus carreras; para después el amor, cuando los más jóvenes ya tengan la vida hecha; para después los riesgos, porque ahora da miedo.
Pero ¿qué pasaría si nos dijeran que no viviremos tanto tiempo como tenemos presupuestado?, ¿seguiríamos postergando todo? Creo que llega una edad en la que es necesario mandar al traste la opinión de los demás y hacer lo que nos hace felices, salir a comer con nuestros amigos, viajar a ese lugar soñado, estudiar lo que anhelamos sin importar la edad que tengamos y decirle a esa persona especial que estamos locos de amor por ella. ¿El dinero es un limitante? Sí, muchas veces, pero el dinero es como el agua, va y viene, el tema es organizarse y poner de vez en cuando el placer en algún lugar importante para poder vivir y no solo sobrevivir.
De esta manera quiero recordarles que estar vivos es un regalo y nada vale tanto para quitarnos el sueño, la sonrisa o la esperanza. Me niego a envejecer guardando algo para después, creo firmemente que la vida es hoy y ahora. Pienso que nunca es tarde para volver a estudiar, para trabajar en lo que siempre deseamos y para imaginar sueños nuevos, es que, para después, yo no guardo ni el postre. Lo poco que sé de esta vida es que ni el cuerpo más saludable, ni la persona más bella, ni la más inteligente se libra de morir, entonces quiero disfrutar mi cuerpo tal como está, le agradezco que me lleva a donde quiero y que me permite demostrar mis afectos, trato de mantenerlo sano, pero he elegido no privarlo de comer algo dulce o con altos índices grasos, si me provoca. Además, como soy la hija del ingeniero Coello, no pierdo tiempo ni dinero en cremas, cirugías, ni retardantes visuales de una vida que avanza, por el contrario, celebro mis arrugas, canas y demás síntomas que demuestran que la vida es generosa y me sigue regalando tiempo. Tampoco juzgo a quienes invierten en ello, la belleza está en los ojos de quien mira y mis ojos siempre se han quedado prendados de ideas, palabras y conceptos, nunca de caras o cuerpos.
Por tanto, ahora que empezamos este séptimo mes del año, quiero recomendarles librarse de los temores y confiar en que la vida logrará desatar los nudos que nos hacen dudar y es momento de lanzarnos a la aventura que hemos estado postergando demasiado tiempo. Corolario, hago mía las palabras de Friedrich Nietzsche: “Disfrute de la vida. Esto no es un ensayo”. Vamos a vivir sin miedo. (O)