Por décadas, las empresas estuvieron marcadas por la figura del llanero solitario: ese gerente convencido de que liderar es decidir solo, cargar con todas las responsabilidades y mostrarse invulnerable. Muchos crecimos en entornos donde se valoraba a quien todo lo resolvía sin ayuda, que no pedía consejo y se enorgullecía de navegar en solitario.
Hoy, más que nunca, debemos decirle adiós al llanero solitario.
Vivimos en un mundo profundamente interdependiente, veloz y complejo. Nadie, por brillante que sea, posee todas las respuestas. Ni siquiera los mejores líderes tienen la visión completa ni el conocimiento suficiente para enfrentar solos los retos de esta época.
Desde 2004 he liderado redes de empresarios que aprenden juntos, comparten experiencias y se apoyan mutuamente en sus decisiones. He visto cómo el poder de los pares, activado con confianza y propósito, tiene un impacto extraordinario. Esa sabiduría compartida –que nace del diálogo abierto, la experiencia y la voluntad de crecer juntos– es hoy más necesaria que nunca.
El mundo cambiante exige un liderazgo adaptativo y horizontal.
No basta con redes de información. Necesitamos redes de acción: espacios donde empresas, instituciones y personas se unan para generar valor en conjunto, compartiendo visión, responsabilidades y resultados.
Aún persisten líderes que temen mostrarse vulnerables, creen que pedir ayuda es signo de debilidad y se encierran por hábito o temor. Nada más lejano de la realidad. Liderar hoy es conectar, compartir y activar. Es comprender que la transformación no surge del genio solitario, sino de la inteligencia distribuida de una red comprometida.
Ese cambio de mentalidad transforma la cultura: prioriza la coordinación sobre el control, la conversación honesta sobre el monólogo, y la búsqueda de propósito sobre el afán de protagonismo. El nuevo liderazgo escucha más, decide mejor y construye entornos de confianza. Y donde hay confianza, florece la colaboración real.
Ejemplos concretos ya están ocurriendo en Ecuador. En el campo de la logística inversa y la economía circular, organizaciones como Seginus (llantas), Recoil (aceites) y BAPU (baterías), Novared (chatarra) han creado modelos de negocio sostenibles que demuestran el poder de actuar en red. Han logrado conectar actores diversos, recuperar materias primas y generar valor económico y ambiental. Juntos, lo han hecho posible.
Estas iniciativas no nacieron de un líder solitario. Nacieron de redes. De conversaciones, acuerdos y visión compartida.
Lo mismo puede ocurrir en cualquier organización. Lo que marca la diferencia es la capacidad de vincular, activar y movilizar activos diversos con propósito claro.
Decir adiós al llanero solitario no es renunciar al liderazgo. Es entender que el liderazgo real hoy es el que escucha, integra, construye puentes y multiplica capacidades. Porque nadie construye futuro en soledad. (O)