Seguro que sí, es respaldar la institucionalización, lo que no significa no discrepar, ni renunciar a cuestionar decisiones o acciones de gobierno, en el entorno de lo que debe ser un régimen democrático con una oposición que no sea sediciosa.

Aun cuando un gobierno pueda publicitar y evidenciar muchos logros y aciertos, desde este debe recordarse que estos no anulan estados, comportamientos o hechos singulares que dañen o causen perjuicios a familias o a ciudadanos, o constituyan errores o incumplimientos, en cualquier instancia de las funciones públicas, sobre los que deben procurarse oportunamente los correctivos o sanciones del caso. Aquello no debe direccionarse hacia el escándalo subversivo.

La participación de Lasso en la reunión presidencial de las Américas, en días recientes de junio del 2022, con el presidente Joe Biden, convocante y anfitrión, y sus diálogos con otros gobernantes y actores de la región, en Los Ángeles, California, generan muy importantes expectativas de inversión y mayor desarrollo; pero, de por sí, no solucionan urgencias.

¿Cómo no va a considerarse un acierto que se revisen las cuentas de deudas del Gobierno a las entidades de la seguridad social, y se acrediten muy importantes abonos, para financiar pensiones de jubilación y las atenciones de salud?; pero es inadmisible la calidad de los servicios de tales entidades (filas al amanecer para exámenes de laboratorio, que no pueden atenderse, porque no hay reactivos; o, cambios de dos o tres fechas para cirugías, por falta del servicio de anestesia, por ejemplo), en que ninguna responsabilidad directa tiene el gobernante, pero la denuncia se convierte en forma de generalizar la tacha de ineficiencia para acusar al Gobierno. Y, en salud pública, de la sobrefacturación de establecimientos privados en el gobierno de Correa y de los festines de compra de medicamentos con Correa y Moreno –con prácticas y actores de mafias–, se pasó a restringir la autorización para atención en establecimientos de salud que no sean de las propias entidades de seguridad social, aun cuando no haya disponibilidad o condición de atención en estos; y, se paró la adquisición de las medicinas, forzando a que estas sean compradas por los enfermos y sus familiares, con el ofrecimiento de meses, aun no concretado, de que haya autorización de tales adquisiciones a boticas privadas, procedimiento que ya se teme que conlleve complicaciones burocráticas, cuando estos se receten para atender la salud en el “ya mismo” y no para días después. Todo esto puede corregirse y debe hacérselo, porque establece la calidad de vida de los que la necesitan.

En la publicidad estatal se insiste que se gobierna para los sectores más pobres del país, no para argollas de poder –en lo económico, político y social– y eso está muy bien; pero se omite mencionar un segmento esencial en la elección de Lasso, el de la clase media, pequeños y medianos empresarios o trabajadores autónomos, profesionales y empleados, cuyo costo de producción y de vida se ha incrementado y ven alejarse sus expectativas de vivir mejor. Para que haya desarrollo se necesita una clase media que se fortalezca. (O)