¿Está todo en Google, como piensan muchos de los centeniales autoconvencidos de no necesitar más vías de conocimiento? ¿Es ciento por ciento confiable y suficiente el contenido que en esa y otras plataformas consumimos, tomando en cuenta que los accesos a muchos de esos contenidos son sencillos o de mínima seguridad y cualquiera con dosis de ingenio y maldad podríamos manipularlos? Ni lo uno ni lo otro, porque la arremetida tecnológica digital puede llevarse a su paso buena parte del entusiasmo por descubrir lo desconocido; puede ser un tsunami cargado de datos y gráficas, pero muy difícilmente va a contener el criterio, la criticidad y la profundidad de análisis que requieren esos conocimientos al momento de ser inoculados en una mente que empieza a abrirse al mundo de los adultos.

Criterio y análisis, lógica y ética, intangibles fundamentales que en estos tiempos se intenta ignorar, pero que sobran en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, emblemática institución ecuatoriana que el próximo martes celebra sus primeros 60 años. Bodas de diamante, justo un día después de recibir nuevamente en sus aulas a miles de estudiantes que empezarán el primer ciclo presencial pospandémico, muchos de los cuales conocerán por primera vez a un maestro que durante dos años han visto solo por pantalla.

Superada la contingencia mundial de salud, instituciones como la Católica de Guayaquil resurgen con renovados bríos...

Pero superada la contingencia mundial de salud, instituciones como la Católica de Guayaquil resurgen con renovados bríos en búsqueda de la reactivación social y económica. Es que durante esas seis décadas de vida académica transcurridas, la UCSG ha sabido posicionarse entre las principales instituciones que en ese lapso han empujado el desarrollo social mucho más que en los anteriores 140 años de vida republicana. Atrás quedó para muchos la vida y muerte detrás de un mostrador, propio de la otrora incipiente urbe portuaria que ha evolucionado hasta ser ahora emporio industrial y comercial; la ciencia ha permitido también superar la rústica administración y trabajo en las propiedades rurales, usualmente familiares, que consolidaron al país en una potencia en la exportación de materias primas, ahora con tecnificación e implementación de procesos de escala mundial. En ese camino no hay cómo negar el trabajo y esfuerzo de ese grupo de maestros que inicialmente con el apoyo directo de la Iglesia católica hicieron que la UCSG sea una alternativa válida y respetable a la formación universitaria estatal.

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Veintiocho de esos sesenta años he estado vinculado a la UCSG a través de la cátedra, en la carrera de Comunicación de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Y desde entonces ha sido un largo y placentero proceso de formación mutua, porque así como yo brindaba mi saber y experiencia, la universidad me ayudaba a pulir mi acervo cultural y científico, lo que se volvió fundamental en mi desarrollo profesional. Y los alumnos, siempre, los alumnos, con sus ansias de saber más, han contribuido al motivarme a estar siempre actualizado.

¡Salud, Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Que la huella que marca en la mente y el espíritu de sus alumnos y maestros no se extinga jamás! (O)