Desde la crisis de los misiles en Cuba, ¡hace casi 60 años!, no habíamos estado tan al borde de una confrontación de dimensiones planetarias. Pero la situación se parece mucho más a las que precedieron a las dos Guerras Mundiales. Dos grandes Estados imperiales pretenden someter a su control a naciones que consideran deben estar bajo su poder. Sucedió con Alemania y Austria-Hungría en 1914, con Alemania y Japón en 1939, sucede con Rusia y China en 2022. Estos últimos no son Estados nacionales ni federales, sino imperios; en ellos una nacionalidad o etnia domina a otros grupos, que conservan cierta identidad dentro de un contexto autoritario. Los imperios no tienen límites, ni contemplaciones étnicas, dominan a pueblos distintos en nombre de cierta superioridad.

El Imperio ruso conquistó centenares de pueblos de diversos orígenes étnicos. Lo heredó la Unión Soviética, que se proclamaba federal y democrática, pero era más autocrática que el zarismo. Tras desaparecer la URSS, quedó Rusia sola, desmembrada de importantes territorios, pero todavía contiene en su interior más de cien pueblos. La jerarquía rusa no se resigna a las pérdidas; el actual zar de todas las Rusias, Vladimir Putin, nostálgico por el Imperio soviético, ha ejercido su poder apoderándose de una parte de Ucrania. Allí, y en Moldavia y Georgia, fuerzas rusas han creado estados no reconocidos con población rusa. La tensión está en un punto muy alto, Putin ha desplegado alrededor de 200.000 hombres en la frontera con Ucrania. China a lo largo de su historia ha incorporado a unos cincuenta pueblos diversos: tibetanos, manchúes, mongoles, uigures... En 1683 se apoderó de Taiwán, isla en la que se asienta actualmente la “República de China”, supuestamente chinos rebeldes, pero que en realidad quiere ser reconocida como Estado independiente, como de hecho lo es. El actual emperador, Xi Jinping, sueña con ser el “reunificador de China” reconquistando Taiwán. Recientemente los comunistas han desplegado grandes fuerzas y efectuado provocadoras maniobras en las inmediaciones de la isla.

Según analistas, la invasión de Taiwán está decidida y ocurrirá en algún momento después de la clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno, el 20 de febrero de 2022. Otros predicen que Rusia intervendrá en Ucrania más o menos para las mismas fechas. ¿Qué hará Occidente, con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza, si se da cualquiera de estos eventos? A los posibles atacantes les han advertido que esas invasiones son una línea roja que no deben traspasar, pues de lo contrario reaccionarán con contundencia. ¿Significa eso uso de armas? ¿De qué armas? Además, cabe la posibilidad de que, “por coincidencia”, los dos imperios, que entre ellos tienen relaciones más bien frías, ataquen a sus respectivas presas en los mismos días. ¿Están la OTAN y sus aliados en capacidad de responder a semejante desafío? ¿Serán sus espadas la respuesta? Si es así, estamos en un escenario de guerra mundial, quizá atómica. Si Occidente cede, el holocausto suicida ocurrirá en la próxima ocasión, cuando los imperios, envalentonados con fáciles triunfos, acometan contra otras naciones, como ya ocurrió en 1939. (O)