Con motivo del Día del Padre me he dispuesto a escribir este artículo dirigido a esos padres sacrificados día a día por el bienestar integral de sus hijos, cumpliendo a cabalidad su rol parental, encaminando a sus hijos al óptimo desarrollo cognitivo mediante la estimulación temprana y continua participación en las actividades educativas, recreativas y salud emocional.
Ser padre es una de las responsabilidades más grandes que un hombre puede asumir. Ser padre es un vínculo físico, emocional y espiritual que se va formando en la vida de los hijos, dándoles seguridad y confianza de ellos mismos. Ser padre no depende de una custodia ni de un papel firmado por un juez. Los hijos necesitan a un padre presente en su vida que los acompañen a sus actividades escolares o que les den las buenas noches antes de irse a la cama. Es esa conexión mutua que se concibe día a día que brinda esa confianza necesaria para poder desenvolverse en la vida.
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Como padre estás presente biológicamente en sus genes desde el momento de la concepción, en cada parte de su historia. Saben que tienen tu respaldo y pueden contar contigo en todo momento. En este día debemos reflexionar profundamente en el paradigma de la celebración del Día del Padre, que no se celebra de igual forma como el Día de la Madre, ya que el padre ha sido tradicionalmente visto como proveedor, protector, pero emocionalmente distante. Pero esto está cambiando, cada vez hay más personas que reconocen y celebran a los padres que están presentes, aman, crían y entregan su vida entera por sus hijos.
Sin embargo, al día de hoy existen generaciones de hombres que están involucrados emocionalmente en la crianza, que cambian pañales, cocinan, juegan y educan activamente a sus hijos. La paternidad consciente y amorosa merece ser celebrada con la misma fuerza y respeto. El amor real de un buen padre siempre reinará en la mente y corazones de sus hijos.
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Muchos de estos padres han sido alejados injustificadamente de sus hijos manipulando el sistema judicial, cometiendo actos que hieren profundamente al menor, privándolo de uno de sus pilares vitales y vulnerando sus derechos. No obstante, la distancia física no borra el amor, más bien todo lo transforma. A veces se vuelven cartas escritas y no enviadas, mensajes que esperan el momento justo. El amor prevalece, sigue allí firme y encendido como un faro en medio de la tormenta.
Nadie puede entender lo que duele ver a tus hijos crecer por fotos o videos, saber de ellos por terceros o rogar por un par de horas al mes. Es una herida que no se ve, pero sangra todos los días formando una cicatriz invisible en lo más profundo de nuestros corazones. Porque el amor de un padre aun en silencio grita más fuerte en el alma de un hijo. Por lo tanto, vale la pena celebrar con júbilo este Día del Padre tan especial para aquellos progenitores que son héroes sin capa dispuestos a dar la vida por sus hijos. Aquellos padres que no necesitan trofeos ni medallas para ser reconocidos por sus proezas de amar sin condiciones. El padre que sacrifica, sueña y celebra como propios los logros de sus hijos. (O)
Julián Barragán Rovira, magíster en Management Estratégico, Guayaquil