En estos días he pensado mucho en el término castigo. Mi madre solía decir cuando alguien hacía algo malo y nos caíamos o nos golpeábamos al hacerlo, “castigo Divino”. Lo decía un poco en broma y casi a manera de dicho, sin embargo, creo que es necesario reflexionar sobre lo que consigue el castigo.
El diccionario dice que castigo es la pena que se impone a la persona que ha cometido un delito, una falta o ha tenido un mal comportamiento. No me gusta hablar de castigo divino, pero debemos pensar en la justicia divina no como deseo de venganza de Dios sino como una corrección que nos lleve a actuar correctamente, que es lo que nos hará verdaderamente felices. Sin duda las actuales circunstancias nos obligan a dirigir nuestras miradas a Dios, como hizo nuestro presidente, al Sagrado Corazón de Jesús, debido a la situación particular de nuestro país de estar consagrado a Él. Amar y servir, así debe ser la actitud de todos los ecuatorianos comenzando por el primer mandatario. Creo que el mundo y los gobiernos han cometido un error histórico sacando a Dios totalmente de las constituciones y de la vida diaria del pueblo, del trabajo, la educación. El presidente ha entendido, ni ha pronunciado ningún discurso político en la iglesia, simplemente como católico, como mandatario, va a pedir la ayuda de Dios para su pueblo. Sirve de mucho la bendición del Dios. (O)
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William Castillo Navas, Guayaquil