Las elecciones presidenciales son como un juego de ajedrez y las próximas están a la vuelta de la esquina. Para un país, de más de 18 millones de habitantes, tener 17 partidos políticos resulta un exceso, de los que el pueblo tiene que analizar. Lo que está claro es que la campaña representará al país una gran inversión en medio de una aguda crisis económica. Lo más triste es que ya comenzaron las alianzas, la hipocresía, de cambios de camisetas y de tomar distancias para poder bautizarse como opositores, para más adelante, durante la campaña criticar a discreción, de las acostumbradas ofertas populistas, donde se ofrecen, sin pudor, hasta lo que no existe.
Los ecuatorianos conocemos la clase de políticos que tenemos. La democracia depende de la participación activa de todos los votantes, que tenemos el poder y la responsabilidad de influir en el futuro de nuestra patria. Es decir, con nuestro voto ayudamos a construir una sociedad justa y transparente. Hay que elegir líderes de reputación comprobada y no a líderes con agendas personales o corruptas que nos gobiernen, afectando nuestra calidad de vida, libertad, desorden político y económico. Si no votamos correctamente encaminamos al Ecuador a tener gobiernos autoritarios quienes tomarán decisiones que no reflejen nuestras necesidades y deseos.
No cualquiera debe ser candidato
Debemos organizarnos, con participación de todos los sectores sociales, para escoger con dignidad a nuestros representantes para el Ejecutivo y Legislativo. Anhelamos cambio y que nos gobierne gente valiente, trabajadora, honesta y exigente, gente de paz con deseo de justicia social. Hoy el país es diferente, si queremos este 2025 un Ecuador en donde las familias tengan tranquilidad en sus casas, calles, centros comerciales y parques, un Ecuador sin amenazas de asaltos, secuestros, extorsiones, asesinatos, con un sistema de justicia correcta, con jueces, fiscales y abogados que no sean corruptos, que el dinero recuperado, de los casos Metástasis, Purga y Plaga sea invertido adecuadamente por el Estado.
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¿Al final con cuántos nos quedamos?
El voto libre voluntario y razonado nos hará libres. Hay un pueblo deseoso de cambio, para este 2025, para que no sigamos viviendo esta triste y dura realidad. (O)
Robespierre Rivas Ronquillo, periodista, Guayaquil