La consulta popular que propone reducir el número de asambleístas abre una discusión de fondo sobre cómo entendemos la democracia en Ecuador. ¿Un Parlamento más pequeño es sinónimo de eficiencia? ¿O la reducción de curules podría socavar la representación equitativa que la Constitución promete a todas las provincias? El artículo 11.2 de nuestra carta magna no deja margen de duda: todas las personas son iguales ante la ley, con los mismos derechos, deberes y oportunidades. Esta igualdad se refleja, o debería reflejarse, en la composición de la Asamblea Nacional. La distribución de escaños busca ser proporcional a la población, pero el equilibrio es frágil. En las provincias menos pobladas un ajuste mal diseñado podría reducir drásticamente su capacidad de incidencia. Quienes defienden la reducción argumentan que un legislativo más compacto significaría ahorro y agilidad en la toma de decisiones. Sin embargo, la eficiencia no puede medirse solo en términos de velocidad o presupuesto. También se mide en la amplitud y diversidad de voces que participan en la creación de leyes. Menos curules, si se reparten de forma inequitativa, podrían concentrar el poder político en pocas manos y dejar fuera problemáticas locales que solo las provincias conocen de cerca.

¿Acto legislativo o acto constitucional?

Ecuador es un mosaico de realidades: 24 provincias y cuatro regiones con historias, economías y retos distintos. Una Asamblea que no garantice esa pluralidad corre el riesgo de legislar desde un único prisma, desconectado de la riqueza y complejidad del país. Reducir asambleístas puede ser una medida válida, pero no basta con preguntar “¿menos o más?”. La verdadera pregunta es “¿cómo y para qué?”. Sin una reforma que priorice la representatividad y la justicia territorial, el recorte puede terminar empobreciendo nuestra democracia, aunque engorde los discursos populistas. Porque en política, como en arquitectura, no siempre lo más pequeño es lo más funcional; y un Parlamento reducido, sin representatividad plena, podría ser un edificio elegante, pero con cimientos frágiles. Y el tiempo sigue su marcha. (O)

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Elio Roberto Ortega Icaza, mediador y abogado criminalista, El Coca