Maestro, es una palabra que engloba tantas cualidades, virtudes y, por qué no decirlo, mitos. Es su sabia fecunda la que se derrama en manantial inagotable de sabiduría; son sus manos que al conjuro de sus enseñanzas se tienden generosas a raudales; son sus labios los que pronuncian conocimiento.

Gracias al maestro generoso aprendimos a conocer la grandeza de la vida, descartar lo malo y atesorar lo bueno para optimizarlo y pragmatizarlo en nuestra fugaz existencia.

No se precie de ser un verdadero maestro quien se acobarda y calla frente a las adversidades e injusticias, la corrupción, los malos manejos económicos, la mentira, el fraude, engaño, los múltiples atropellos que sufre el pueblo y su marcada impotencia para solucionarlos. La voz, la acuciosidad y el pensamiento inteligente del maestro deben estar presentes hoy y siempre, tan solo así estarían contribuyendo en forma real y tangible al desarrollo de los pueblos. (O)

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Elsa Fabiola Carrera Alemán, licenciada, Quito