Para los que con cierta inflexión de nostálgica voz recuerdan que el país era considerado “una isla de paz”, en la actualidad no alcanzan a avizorar que la situación irremediablemente tendría que cambiar cuando se cambiaron el respeto, consideración y estima, por el odio, la infamia y la falsedad.

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El refrán que dice: “siembra vientos y cosecharás tempestades”, en nosotros el referido refrán como que no “pegó” o careció de eficacia, ya que nuestro clima no es proclive a vientos huracanados y tampoco existen tempestades de extraordinarias fuerzas ni tornados. El refrán que está patente en el ambiente y que tendrá que desaparecer es aquel de “siembra odio y cosecharás sus consecuencias”.

La crisis de inseguridad que hoy tenemos es terrible. No solo por la cantidad de muertes, narcotráfico, lavado de dinero, vacunas extorsivas, asaltos en carreteras, entre otros, que han provocado la paralización del país, reduciendo al producto interno bruto, afectando la salud mental de la población, creando un pánico colectivo reflejado en la caótica situación a nivel nacional.

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Como existe, por causas aberrantes, la insensatez que se abraza con la insania pasajera de maníaca postura de repetir lo mismo de lo mismo, algunos, los más “conspicuos” lo hacen a su entera conveniencia; los desafortunados del pueblo de menor escolaridad son proclives al error de manera inconsciente. Estos dos esquemas colocados en ángulos opuestos socavan los cimientos del país, al corroerse la economía, las vías jurídicas, la seguridad y el bienestar.

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Los que persiguen el poder político, pues que debatan sus ideologías, sus planes y objetivos políticamente con altura, apartándose de la ampulosa corriente de los malabares, de la demagogia y corrupción. Los desafortunados con su trabajo, franco, esforzado y leal, afianzan bases sociales, para obtener una sana convivencia. Con esas posturas, que dicho sea de paso son cualidades innatas de todos los ecuatorianos, vamos a arrancar de raíz el daño que nos han ocasionado los destructores, que con premeditación y sin sortear obstáculos, engañaron, pervirtieron, restaron calidad de vida irrecuperable. Mejor sería decir que arrastraron al más horrendo de los atrasos a una población digna, sin lugar a dudas, más pronto que temprano volverá a vivir no solo en una isla de paz, sino en el Ecuador de sus incólumes valores: patriótico, solidario, pacífico, de armoniosa alegría y de cantares poéticos románticos, de mágica fantasía, de trabajo fecundo y generosidad sin par, como siempre fue y será hasta la eternidad. (O)

César Antonio Jijón Sánchez, Guayaquil