Hay que decirlo con mucha pena: el ferrocarril ya no atraviesa los floridos campos de Costa y Sierra; tampoco se escucha el fragor de este transporte de acero, con su impresionante movida por el vapor. Solo queda el silbato en la memoria silenciosa de las comunidades por donde transitaba. La red ecuatoriana ferroviaria fue bien conectada y regulada, siendo un factor básico en el desarrollo del país. No solo quedan los recuerdos de aquellos que vivieron y viajaron dentro de los vagones, sino también de sus trabajadores. Este medio de transporte poco a poco se ha ido extinguiendo, quedando pocas personas que permiten tener datos de aquellos que disfrutaron el ferrocarril, dejando documentos para que todos aquellos que no lo conocieron puedan tener y estar al tanto de su historia.
Hay que destacar que muchos presidentes se preocuparon por mantener el progreso del ferrocarril, pero se han ido deteriorando y destruyendo las estaciones, rieles, vagones y locomotoras, por la desidia y quemeimportismo de otros Gobiernos. Las comunidades que viven en sectores aledaños al ferrocarril, fieles a sus principios, siempre han defendido sus derechos y rechazado las ideas de eliminarlo.
Publicidad
Durán necesita un museo ferroviario
Si se rehabilita el ferrocarril, se beneficiaría la calidad de vida de las poblaciones aledañas y al turismo. Aportaría también a la educación, al permitir que los niños que viven en la ruralidad puedan tener mayor acceso a esta.
Por dos vías el Gobierno busca rehabilitar ruta del ferrocarril
Esperamos que el Gobierno convierta al ferrocarril en la primera fuerza productiva en épocas difíciles. (O)
Publicidad
Robespierre Rivas Ronquillo, periodista, Guayaquil