Lo llevaban cargado por la calle rumbo hacia el lugar del descanso eterno. Apesadumbrados y afligidos, todos los familiares y amigos lo acompañaron y caminaron en silencio con mucho respeto.
La gente miraba desde las aceras el cortejo fúnebre, pero al pasar por su casa desde la ventana ella estaba asomada, su cabeza erguida y mirada fija en el ataúd. Las personas que cargaban el ataúd se detuvieron de frente inclinándose ante ella, la madre del fallecido, quien con la mirada en el cofre mortuorio y sus manos entrelazadas en el pecho le hablaba como solo una madre puede hacerlo, lo bendijo de la manera más sublime y amorosa diciendo “anda, hijo, con Dios”, y así lo dejó partir hacia los brazos del Creador. Esta acción hizo estremecer los corazones de todos los acompañantes, cuyas lágrimas afloraron con profunda tristeza.
Desde ese momento quedó impregnado en todos ese acto puro de amor donde solo el corazón manda, porque a pesar de que esa digna y abnegada madre sufre de alzhéimer sintió el llamado que solo una madre puede presentir. Fue uno de los actos más tristes, amorosos y ejemplares donde el amor filial supera la falta de lucidez, la dificultad para recordar, orientación y del entendimiento.
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Para todas las familias que tienen una madre con este padecimiento deben saber que nunca desaparece ese sentimiento que está ahí en su corazón, el amor de madre, ámenlas, cuídenlas y sean recíprocos con ellas como cuando eran niños.
El futuro del tratamiento del alzhéimer, más allá de los síntomas
Seamos ejemplo de resistencia, fortaleza y aumentemos la fe en nuestro Creador para actuar con amor y sabiduría en casos como este que nos sirve para decirle al mundo que el amor traspasa barreras de adversidad y tristeza .
Hace seis meses que partiste, querido hermano. Han pasado seis meses desde que nuestra madre te bendijo y dejó volar con verdadera resignación. Ahora vuelve ella a mirar desde la ventana y sentir la calidez del que ama y espera algún día volver a verte. (O)
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Alicia Carriel Salazar, docente, Guayaquil