Permítanme una carta imaginaria expresando el sentimiento de un ser humano abortado por causa de una violación. Esa carta comenzaría así:

“Déjame decirte, mamá, que yo no tengo la culpa. Por favor, no permitas que me destrocen mis bracitos, deditos..., todo mi ser dentro de tu ser. No puedo gritar, pero sufro la tortura del aborto. Por favor, si no me quieres dar la oportunidad de vivir aunque sea adoptado o vivir en un orfanatorio, pero al fin de cuentas, vivir; si me quieres dar la vida, por favor, no dudes, aunque sea un huérfano te lo agradeceré para siempre, y si me lo permites te buscaré para expresarte mi agradecimiento... Y seré aún más agradecido si me acoges en tu regazo para siempre. Por siempre oraré todos los días para que Dios te ayude a ser una leona para sostenerme. Rezaré para que en tu camino se crucen buenas personas... ¡Déjame decirte mamá delante de todos los niños en la escuela y convertirme en un ser de bien, y decirle al mundo que soy bueno gracias a mi mamá, a pesar de que fui engendrado por violación, pero amo  la vida como te amo a ti, mi querida mamá... Déjame decirte: te amo”. (O)

Fernando Hafiz Benalcázar Buitrón, Quito