Nadie puede desconocer los aciagos instantes que padecemos, los azotes que se han ensañado en el país, unos tras otros, por los políticos sin escrúpulos y cierta gente foránea que han echado raíces cobrando el terror y caos. Pero a grandes males siempre hay abundantes remedios.
Viro la página para resaltar lo bueno, digno y saludable que nos puede permitir un respiro, esperanza y equilibrio. Me centro entonces en mi aspiración para ponerla en ejecución, la gratitud; es un sentimiento, una emoción a la que pocas veces la empleamos y ¡cuán necesaria es en la convivencia! Está ligada a la educación, cultura, don de gentes; se aprende en la casa, escuela, el entorno.
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Ser grato es saber reconocer la bondad y generosidad que han tenido con nosotros, es una virtud que se fundamenta en los principios y demuestra afecto, respeto a nuestros congéneres. Ser agradecido es tener nobleza en el corazón, es una manifestación que nos llena de satisfacción, es un acto humano, sensible y solidario. Me sirvo de la ocasión para agradecer, primero a Dios por la vida, la salud y su infinita bondad. Gracias a quienes fundan una familia, la célula primigenia de la sociedad y hacen todo para sostenerla. Gracias a los maestros que imparten con amor y dedicación sus enseñanzas. Gracias a los servidores de la salud por salvar la vida. Gracias a los periodistas, los columnistas y lectores que escriben las cartas, ilustran con opiniones. Gracias a las personas que proporcionan seguridad ciudadana, la Policía, las Fuerzas Armadas. Gracias a los jueces honestos que sí los hay. Gracias a los guías espirituales, sacerdotes, por llegar con la palabra y oración al corazón... Hay tanto que agradecer. ¿A dónde nos lleva el destruirnos?, frente a este imperante canibalismo, unirnos todos los ciudadanos que anhelamos paz para vencer el mal. (O)
José Franco Castillo Celi, psicólogo y médico, Guayaquil