Al día de hoy, restan solo cuatro días para las elecciones generales del 7 de febrero de 2021.

Ya lo dicho, dicho está; y lo que se dejó de decir o hacer ya es historia.

Muy poco de lo que digan o hagan los candidatos cambiará su destino político, con miras al próximo domingo electoral.

Tan solo resta esperar que el supremo mandante exprese su voluntad. Allí sabremos si la estrategia fue correcta; si el estratega tuvo o no razón; si el candidato llegó al pueblo o si sus propuestas de campaña calaron en el gran elector.

El 7 de febrero nos encuentra sumidos en una grave crisis económica, consecuencia de muchos factores y responsabilidad de varios gobiernos; acorralados por la delincuencia organizada y común, que de a poco se está tomando las calles del Ecuador entero, ante la mirada resignada de sus ciudadanos y autoridades.

Nos encuentra también enfrentados entre los que se fueron y quieren volver a ajustar cuentas, los que se cambiaron de bando, los que fueron perseguidos y se convirtieron en perseguidores y la inmensa mayoría de los que solo queremos vivir y trabajar en paz.

No pretendo en esta columna direccionar su voto, amable lector, hacia ningún candidato. No debo y no puedo hacerlo.

Lo que sí le voy a recomendar, aprovechando este espacio que Diario EL UNIVERSO generosamente me facilita desde hace más de quince años, es que ¡vaya a votar!

Vote por el candidato de su preferencia; por la lista de asambleístas que más sintonice con su pensamiento e intereses personales y familiares, pero vote.

Su voto es sagrado y nadie puede estigmatizarlo; su mejor candidato es el que usted escoge, por encima de lo que le digan en la calle, en su trabajo o en su casa.

No permita que otros decidan por su futuro y el de su familia.

Usted y nadie más que usted sabrá las razones por las cuales votó en uno u otro sentido. Ese es su derecho y nadie puede cuestionarlo.

Por cuatro años usted tiene que aguantarse los aciertos y desaciertos de los políticos; por cuatro años ellos deciden por usted, y por qué no decirlo: por cuatro años ellos hacen lo que les da la gana y a usted no le queda más que suspirar y mirar para otro lado.

Pues bueno, este domingo es su momento; es la razón de la existencia del Estado, del Gobierno, de las instituciones; es el día en que el dueño del país, de las oficinas y vehículos del Estado; de las refinerías y pozos petroleros y de las hidroeléctricas, sale a la calle a votar; a decidir su futuro; a darle un voto de confianza a su candidato y a castigar con la indiferencia a los que lo traicionaron, a los que lo empobrecieron y a los que prometieron mucho para llegar al poder, pero luego se olvidaron de todo lo prometido.

El domingo nos jugamos el futuro, amigo lector; no podemos seguir a la deriva, porque el precipicio está demasiado cerca.

Medite su voto, pero no deje de votar.

¡Que Dios bendiga al Ecuador! (O)