Entre las maravillas que contiene 1984, la asombrosa novela de George Orwell, está el teorema del poder de la comunicación en el tiempo que dice: “quien domina el presente, domina el pasado; quien domina el pasado, domina el futuro”. La lógica demoledora de esta sentencia casi la convierte en un axioma. Muchos corolarios se pueden extraer de ella, por ejemplo, que “el futuro domina el pasado”. Mientras otras especies animales viven en un presente perpetuo, el ser humano es un ser histórico en el cual el pasado, aunque sin obligarlo, gravita con fuerza; pero proyecta su vida hacia el futuro, hace proyectos. Estas proyecciones se ejecutan a base de una previsión, de la convicción de que se está “viendo” anticipadamente el futuro.

En la política, una actividad definidoramente humana podemos ver claramente esta influencia del futuro sobre el presente a base de las previsiones. Tenemos un ejemplo de la acción de esta fuerza ante nuestros ojos en el actual proceso electoral en nuestro país. La posibilidad del triunfo de alguno de los candidatos populistas ha provocado ya la ralentización de muchos procesos económicos. “Me interesa tu producto, pero hablemos después de las elecciones”, “muy buena propuesta, pero hablemos en abril”, estas frases y otras de similar significado se oyen con frecuencia. En un año normal, muchas decisiones empresariales se toman durante el último trimestre del año anterior o máximo durante el primero del año en curso, pero ahora se han retrasado... mientras tanto el debe de todos los negocios se incrementa día a día. Es una situación letal para los pequeños proveedores, los grandes, por lo general, tienen reservas que les permiten capear el temporal. El daño está hecho. Si en efecto, algún populismo llega a captar el poder, y se da el improbable de que implemente políticas favorables a la inversión y a la generación de bienestar, tardará años en inspirar la confianza que permita revertir los perjuicios ocasionados.

A la inversa, si el triunfo es de una candidatura favorable a la libertad económica y a las instituciones republicanas, muchos no aguardarán el día de la posesión y se lanzarán con presteza a concretar su proyectos, ideas e ilusiones, porque ya se sabe que “al que madruga...”, refrán que aplicado a los negocios es del todo certero. Si esta situación llegara a darse y hay sabiduría en el equipo del nuevo gobierno, se espera que aprendan la temprana lección, que no es sino una manifestación palpable y verificable de lo que siempre se ha sabido, que la prosperidad es producto de la libertad. A la economía, y en general a todas las actividades humanas, nada les conviene más que dejarlas en paz, no intentar planificarlas, ni dirigirlas, dejar que la creatividad y la laboriosidad se desarrollen libremente. Cambiemos de enfoque, pero no de tema: es una pena que entre más de una docena de microcandidatos ninguno esboce ideas proempresa, proinversión, proapertura económica y se muevan en una niebla de ideas obsoletas que van del intervencionismo al autoritarismo, se explica la nula acogida que tienen. Son lo que en ecuatoriano se dice “chimbadores”.

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