El pasado 2020 fue un año en el que se percibió un vacío pedagógico generado por la inserción de la modalidad virtual al sistema educativo del país.

La problemática de la educación online tiene varios ejes que deben ser solventados en el 2021, antes del inicio de los próximos años lectivos en todos los niveles de educación, tanto básica como intermedia y superior. No se trata solamente de un problema de accesibilidad a la red y a las plataformas virtuales por parte de los estudiantes, aunque en este sentido las estadísticas del país no son muy alentadoras, pues solamente el 37% de los hogares tiene acceso a internet, lo que significa que seis de cada diez niños no pueden acceder a sus estudios a través de plataformas digitales. Se deben también reforzar temas como la capacitación al docente, el manejo de las herramientas y plataformas online por parte de los padres y la capacidad para adquirir equipos informáticos en las familias ecuatorianas. Típicamente, una familia ecuatoriana está conformada por 4 o más integrantes, es decir, padre, madre y 2 o 3 hijos.

En el caso hipotético que la familia tenga 3 hijos, usualmente se tiene un equipo portátil ‘laptop’ por familia, el que es utilizado por los padres y a la vez por los hijos. ¿Cómo pueden estudiar 3 niños en un mismo horario lectivo con 1 solo computador? Es ahí en donde se buscan soluciones un tanto artesanales como el de adecuar un celular o una tablet para recibir las clases virtuales, no obstante, estas herramientas tecnológicas no poseen las facilidades al momento de realizar un documento de Word, de Excel u otros programas.

En el año 2020 existieron 4’374.799 estudiantes, entre educación básica y bachillerato, de los cuales tres millones (75%) van al sistema público, asistiendo a 150.000 planteles educativos. Con este volumen de estudiantes, se deberá facilitar la adquisición de equipos de cómputo para fines académicos, mediante becas, créditos, préstamos u otros métodos que no infrinjan las reglas de reunir personas por el tema de la pandemia.

Aunque se planteen programas pilotos de clases presenciales, las clases virtuales van a continuar y no podemos generar más vacíos pedagógicos. También es indispensable que los docentes utilicen herramientas digitales que fomenten el trabajo colaborativo de los alumnos y potencien el pensamiento crítico. Así, compartirán sus opiniones basadas en evidencias y serán capaces de argumentar su posición. El uso de la tecnología debe amplificar el interés de los alumnos y motivarlos a ingresar a sus sesiones virtuales.

Podemos concluir que la educación remota debe permitir que los alumnos pongan en práctica y desarrollen sus competencias en el uso de las tecnologías de la información (TI) y que los docentes muestren su compromiso y creatividad en el diseño de sus sesiones. Debe permitir, sobre todo, que los padres acompañen de cerca el aprendizaje de sus hijos, refuercen su responsabilidad, optimicen los hábitos de estudio y creen horarios con los dispositivos digitales. No obstante, hay que optimizar el proceso para que el aprendizaje sea efectivo y no solo una obligación entre padres, hijos y docentes. (O)