Estamos a pocas semanas de que se lleven a cabo las elecciones presidenciales en nuestro país. En estos últimos días ya se observan con mucha intensidad las campañas, los debates, la publicidad electoral, etcétera. En esta ocasión, las propuestas giran en torno a superar la profunda crisis económica, una crisis que se ha acentuado en el último año debido a la emergencia sanitaria que aún nos aqueja. Pese a eso, muchas propuestas económicas, políticas y sociales no son nuevas en esencia. De eso ya se habla ampliamente en los distintos espacios políticos y de opinión. Es por eso que, en esta columna, me limitaré a sugerir lo que, como empresaria del sector agroindustrial, como emprendedora, como comerciante y como ciudadana, pienso que debería incluir una propuesta integral dirigida a desarrollar a nuestro campo.

¿Por qué buscar el desarrollo desde el campo? Hemos sido en las últimas décadas un país tristemente petrolero, lo expreso así, porque lamentablemente los llamados booms petroleros no trajeron consigo el desarrollo sostenible que Ecuador hubiese deseado, sino que, al contrario, fue en gran parte un botín político derrochado en promesas populistas incumplidas. Pero ya está, que sea parte del pasado que se debe conocer y no se debe repetir; hoy estamos viviendo un presente agrícola que se mantiene a flote pese a la pandemia y que, con adecuadas reformas estratégicas, será la base para el futuro agroindustrial que traerá desarrollo sostenible para mi amado país.

A mí me da mucho gusto trabajar desde el campo, por eso me preocupo por las decisiones de política pública que se deberían tomar en nuestro sector, y también por las necesidades inminentes en el mediano y largo plazo, una de ellas: el campo tiene sed. Por ejemplo, solo en Santa Elena se estima que son 40.000 las hectáreas que actualmente no se utilizan para fines agrícolas a causa de la carencia del líquido vital y otras 16.000 hectáreas de superficie agrícola que se podrían perder por esta misma causa, a eso sumemos la población que también la necesita en sus labores y alimentación cotidiana. Nuestros cultivos necesitan agua, para eso necesitamos infraestructura, ello requiere inversión, y eso se lograría con incentivos tributarios, productivos y laborales que la alienten. Esto va de la mano con la necesidad de acceso a créditos productivos. Se debe alentar a incrementar líneas de financiamiento otorgadas con criterios técnicos, desde la banca pública y privada.

En ese sentido, se debe pensar en una eliminación generalizada de impuestos y aranceles que impactan en la cadena productiva agrícola e industrial. Tener una elevada carga tributaria nos resta competitividad, pues encarece nuestra producción y nos pone fuera de forma al querer competir en mercados internacionales.

Y otra de las cosas más importantes que necesitamos es la firma de un acuerdo comercial de largo plazo con Estados Unidos y con los demás socios comerciales importantes, eso incrementará el comercio exterior e incentivará la inversión. Los trabajadores quieren trabajar; los emprendedores, emprender; y los consumidores, comprar. ¡Podemos pensar en un mejor futuro! (O)