Ciertos ‘poderosos’ de este mundo, desde hace muchas décadas, promueven la anticoncepción, la esterilización y el aborto para reducir la población del planeta, en especial la de países pobres, ricos en población joven y en recursos naturales.
Trabajan para que lleguen al poder gobernantes ‘amigables’ y se reduzcan pueblos y saqueen sus riquezas. La presión se ha intensificado en la última década bajo el escudo de salud sexual y reproductiva, sobre América Latina y África, continentes de población joven; su capital más valioso. Un feroz neo-colonialismo que los auténticos líderes deben combatir. En Argentina, una izquierda calificada de corrupta, se muestra servil a intereses económicos y políticos de ‘poderosos’, aprobando alegremente el crimen del aborto.
Apoyar a la mujer en su difícil situación a dar a luz a su hijo (como lo hacen instituciones como la Casa de la Vida, en Urdesa, Guayaquil, Ecuador, centro de atención médica y espiritual), es salvar y alegrar a dos vidas, la de la madre y su hijo; es la mejor y más humana decisión.
La mortalidad materna por aborto provocado es muy lamentable y mínima en relación a las distintas causas de mortalidad materna, lo saben bien médicos y ginecólogos. El ‘aborto seguro’ que ofrece abiertamente un Estado y ciertas clínicas privadas al amparo de la legalización del aborto, no deja de tener riesgo y asesina en masa a seres humanos inocentes destrozándolos en el seno materno, quitándoles el derecho a venir al mundo. La segunda y grave consecuencia del aborto provocado, es la gran herida en la mujer, que más temprano que tarde surge en su conciencia, y por muchos años el remordimiento de haber quitado la vida a su hijo. Lo saben psicólogos, psiquiatras, sacerdotes y pastores que tratan de ayudar a las afectadas. (O)
José Miguel Páez Jorquera, doctor en Medicina, Guayaquil