Empiezo estas líneas pensando que usualmente un año nuevo siempre ha sido “borra y va de nuevo” como un círculo infinito donde terminan momentos con errores, aciertos, alegrías y tristezas, para volver a empezar y tener momentos nuevos, pero esta vez no es igual. Las cosas cambiaron, es necesario enfocarnos hacia lugares distintos. Este año nos obliga a mirar la vida de manera diferente, más allá de frases clichés sobre “la página en blanco para empezar a escribir”, o las “365 nuevas oportunidades para ser feliz”, ahora sabemos que la vida no es tan sencilla como dicen los libros de autoayuda. El año pasado nos dio un remezón tan fuerte que todavía sentimos en la piel muchas cosas que nos hacen temer un poco, pero el objetivo para este año debe ser, fundamentalmente, abandonar el miedo y arriesgarnos.

Además, gracias a la experiencia vivida entendimos que posponer las cosas siempre traerá tristezas y lamentos; nos quedó claro que la salud es importante y que podemos ser felices con muy poco. Vimos que una reunión puede hacerse por Zoom y una llamada o mail puede solucionar problemas emergentes sin necesidad de reunirse para todo y con todos, desperdiciando horas valiosas en charlas aburridas. Aprendimos a ser más concretos y organizados. Descubrimos el placer de trabajar en pijama y poder ver a la familia luego de una reunión cargada de estrés. Empezamos a valorar la vida desde otra perspectiva y, tal vez, a disfrutarla un poco más.

Entonces, este año es la oportunidad para respirar profundo, abrir los brazos, cerrar los ojos y dar el salto hacia aquellas cosas que hemos pospuesto o creemos imposible. La economía está hecha pedazos, los negocios siguen cerrando y los políticos continúan pensando solo en ellos, maquillándose como mesías capaces de salvarnos de esta tragedia constante, en un país que se encuentra sobre una línea imaginaria y donde muchas veces parecería que vivimos dentro del realismo mágico, cuando lo inverosímil y risible se vuelve posible. La corrupción es pan de cada día en las noticias y la viveza criolla, parte fundamental en la vida cotidiana.

Por tanto, no podemos poner nuestro futuro y esperanza en manos de otros. Nadie resolverá nuestros problemas, solo nosotros. En consecuencia, debemos volvernos el amo de nuestro destino y definir el derrotero por donde transitaremos, basta de miedos. Mientras escribo esta columna escucho una canción del Dúo Dinámico que dice: “Cuando el mundo pierda toda magia, cuando mi enemigo sea yo… Resistiré, para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré”, recuerdo que fue mi himno el año pasado. Tal vez, esa determinación a resistir, deberíamos aplicar ahora.

Termino de escribir pensando que la fortaleza interior es aquello que aflora en los momentos más críticos y empezar un nuevo año es el momento ideal para ordenar y tener claras las prioridades, en mi caso: familia, amor, cuidar la salud y tener paz. Como decía Benedetti: “Lo que uno quiere de verdad es lo que está hecho para uno; entonces hay que tomarlo, o intentar. En eso se te puede ir la vida, pero es una vida mucho mejor”. Sin miedo, ¡vamos por este 2021! (O)