La democracia, como el pescado, es en la sociedad alimento sabroso. Algunos campesinos de los que habitan en los páramos, porque viven lejos del mar y de lagos, mirando desde lejos, no tocando las espinas, conociendo solo de oídas, no contribuyen, confunden peces con lagartijas. Es responsabilidad de toda persona contribuir y fomentar la contribución consciente, libre y responsable, es decir democrática, en el camino y para el camino de la vida. “Democracia” es la palabra más vaciada de su contenido. Su contenido primigenio es búsqueda del bien común, con el concurso de todos los miembros del pueblo.

El pueblo, concretizado en el conjunto organizado de los ciudadanos, es el principio inmediato del poder y es el beneficiario de su uso:

Por el pueblo (demos), para el pueblo. Hay que caminar (progresar). Quien camina complementa su identidad, integrando en ella esos elementos descubiertos como acordes a esa identidad. No integrar esos elementos nuevos es alejarse de la identidad primigenia. Las palabras “conservador” o “revolucionario” se han ahuecado, han perdido contenido, porque no se define lo que se conserva con firmeza, o lo que se abandona con ligereza a la destrucción por irresponsabilidad. A veces se pronuncian estas palabras de labios para afuera, con corazón encerrado en sí mismo y con cabeza hueca. Es falso el dilema, de ayer y de hoy: O momificar el pasado (“como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”) o destruir para construir (a nuestra imagen), “inventando” todo, olvidando que la pólvora ya fue inventada; y no fue inventada con un solo intento. Ella misma ha sido una base para nuevos “inventos”. Hay quienes ignoran lo existente, para aparecer inventores, al construir todo de nuevo. Lo que aconteció recientemente en nuestro Parlamento no es nuevo; fue solo edición remozada: ¿qué se pretendió, castigando un hecho policial fechado un año antes? ¿Se pretendió golpear a la jinete, punzando al caballo? Si una destitución no tiene como objetivo el bien común, no tendrá otro resultado que el obligar al ciudadano a bajar la mirada y a mirar el suelo. Nuestros representantes tienen como objetivo el bien de la patria.

Es difícil evitar la apariencia de venganza en hechos extemporáneos y de búsqueda de réditos partidistas en días cercanos a elecciones. Todos, legisladores y no legisladores, deberíamos afirmar con hechos –y así educar a los ciudadanos– que buscamos el bien de la patria. La patria no es una realidad abstracta; es una sociedad con su historia, que vamos haciendo, mientras caminamos. Yo no soy político de partido; pero dejaría de ser persona humana, de ser ciudadano, si no diera desde mi campo, independiente de todo partido, un aporte al patrimonio común, a la patria.

Comprendo que en tiempo de elecciones se reavive la adhesión a un partido; este insiste en unos valores, sin olvidar que el partido, como su mismo nombre lo dice, es parte, no todo. El partido político se corrompe, cuando se convierte en parapeto de intereses ajenos a los del bien común, expresado en un ideario y en un plan. (O)