Antes de la llegada de la COVID-19 que tiene conmocionado al mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba a la diabetes como la epidemia del siglo XXI, por su acelerado y silencioso avance a nivel mundial y por las complicaciones asociadas que degeneran la calidad de vida de las personas.
El contagio del coronavirus SARS-CoV-2 es veloz: en menos de un año ha infectado a 53 millones de personas, afectando de manera letal a 1,3 millones; pero la mayoría de los contagiados padecen síntomas entre leves y moderados y se recuperan sin tratamiento especial. Una vacuna podría inmunizar a la población en el 2021.
La diabetes, en cambio, es una enfermedad crónica, degenerativa; demanda medicación constante y cuidados de por vida, con gastos significativos para quien la padece y para los sistemas proveedores de salud, pues acarrea ceguera, insuficiencia renal, amputación de miembros inferiores y otras consecuencias permanentes que deterioran la vida.
Según estimaciones de la OMS recogidas en el ‘Informe mundial sobre la diabetes’ (2014), en el mundo había a esa fecha 422 millones de adultos que la padecían (frente a los 108 millones de 1980).
El Día Mundial de la Diabetes –14 de noviembre–, que se conmemora para llamar la atención sobre el impacto de esta enfermedad en la población y difundir estrategias eficaces que pueden utilizarse para prevenirla y controlarla, este año afronta el desafío conferido por la pandemia de COVID-19.
El Ministerio de Salud Pública recomienda informar a los diabéticos sobre su condición de alto riesgo de desarrollar COVID-19 severo y una mayor mortalidad relacionada con un mal control glucémico, e insiste en el aislamiento y distanciamiento social hasta contar con una vacuna.
Es importante generar conciencia en la población sobre los factores de riesgo asociados con la enfermedad, tales como el sobrepeso y la obesidad, así como cuidar los hábitos de alimentación desde la niñez y adolescencia. (O)