Cuando era pequeño me costaba entender la razón por la que la gente escribía obscenidades en las paredes.
Variopintos mensajes con faltas de ortografía “decoraban” el patrimonio cuencano durante años, hacían alusión a un equipo de fútbol; improperios hacia la madre de algún político; “declaraciones de amor” tan mal escritas que parecían ofensas, dejando de enrollarnos en las “pinturas” urbanas. Nadie decía nada.
Sí había una o dos veces la noticia de que “un gringo” pintaba de buena voluntad las paredes sucias. Una candidata a la Prefectura pintó paredes para borrar la gran cantidad de rúbricas en el patrimonio cultural. ¿Nuestra respuesta?, la criticamos que “no tiene permiso municipal”, “solo lo hace por las elecciones”, etc.
En el veto al Código Orgánico de la Salud por el presidente en septiembre, la respuesta en contra fueron
protestas y pinturas en paredes. En el feriado de noviembre hubo femicidios, el gobierno prácticamente no se pronunció; muchas personas no se habían enterado de estos sucesos sino por el revuelo y debate que se originó por las paredes pintadas. Quizás las paredes pintadas son consecuencia de un gobierno y una sociedad de sordos, que tienen que entrarnos por los ojos los mensajes: “Nos están matando”. “La maternidad debe ser deseada”. Se piden otras formas de protestar, marcha, carteles... ¿Podemos tener cara para decir que pintar una pared no es una manera de expresar? Sorprende que ciudadanos que por el alcohol realizan micción en las mismas paredes están preocupados por el espacio público; que autoridades restauran esas paredes y no otras pintadas, centenares, en la ciudad. Dichas actuaciones están tipificadas en el COIP como contravención, se sancionan con prisión o trabajo comunitario; no obstante, también se deben sancionar los femicidios, las violaciones... (O)
Francisco Javier Jaramillo Brito, 22 años, Cuenca