Por Matilde Mordt *

“Terminar con la pobreza para 2030 es ahora un sueño que se está desvaneciendo”, aseguró recientemente Olivier De Schutter, relator especial de Naciones Unidas sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos. A pesar de los logros alcanzados a escala nacional, regional y mundial, erradicar la pobreza sigue siendo un reto pendiente y lamentablemente, el COVID-19 ha agravado este escenario. Según el Banco Mundial, hasta 100 millones de personas en el mundo pueden ser empujados a la extrema pobreza debido a la pandemia. En Ecuador, cálculos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), indican que la pobreza podría volver a los niveles de hace una década, aumentando de 4,3 a 6,4 millones de personas.

Hoy, la conmemoración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza nos invita a reflexionar y a abrir nuestros ojos ante las desigualdades que han aumentado, afectando en especial a colectivos y personas que previamente ya se encontraban en situaciones de vulnerabilidad. La pandemia ha mostrado la fragilidad de nuestras sociedades y ha desenmascarado desafíos relacionados a los sistemas de salud, el acceso a la educación de calidad, y brechas de protección social.

Asimismo, no debemos desvincular la prosperidad, las oportunidades y el crecimiento económico de la conservación de las especies y del cuidado del ambiente y la acción climática. Una enfermedad ha puesto en jaque a toda la humanidad, demostrando que no podemos desvincular el desarrollo humano de la protección de los ecosistemas y su frágil equilibro.

Sin embargo, podríamos tomar la decisión de que este momento sea un punto de inflexión desde el que realmente abordemos con energía y compromisos renovados estos desafíos.

En primer lugar, erradicar la pobreza requiere de reconocer su multidimensionalidad. Más allá del ingreso, la pobreza es la falta de las capacidades básicas para vivir con dignidad. Sin promover el acceso a la educación, la salud, la igualdad de género, una vivienda y un ambiente saludable, entre otros derechos humanos, no estaremos atacando la raíz de los problemas y situaciones que generan la desigualdad y la carencia de oportunidades. Debemos, además, considerar ir “más allá de los promedios y más allá del presente”, como sugiere el Informe sobre Desarrollo Humano 2019 del PNUD. Con demasiada frecuencia el debate sobre la desigualdad se simplifica en exceso, basándose en medidas sintéticas de la desigualdad, que ofrecen una imagen parcial. Y muchos análisis se centran en el pasado o en el momento y lugar presentes, cuando es necesario analizar qué aspectos repercutirán en la desigualdad en el futuro, tales como el cambio climático y la transformación tecnológica y digital.

En segundo lugar, es indispensable una redistribución significativa de la riqueza, basado en un sistema tributario progresivo, para disminuir las desigualdades en nuestras sociedades. Un aspecto fundamental es limitar la evasión fiscal a fin de poder aumentar la inversión en el capital humano. Según Cepal, la región latinoamericana perdió el equivalente al 6,1 % del PIB en 2018 por incumplimiento tributario.

En tercer lugar, dado que el Estado es el garante primordial de que las personas puedan tener una vida digna, es apremiante fortalecer el funcionamiento de nuestras instituciones, la eficiencia de sus acciones, la transparencia en el uso de los recursos, y la confianza de la ciudadanía en ellas.

Ecuador y otros países de la región están pasando por procesos electorales en medio de una situación de incertidumbre y preocupación de la ciudadanía, por el futuro de sus empleos y negocios; por la educación de los hijos e hijas y su futuro, o por la salud de sus familiares, entre otras vicisitudes. Es momento para escuchar a la ciudadanía y plantear soluciones junto con las personas que en primera línea están sufriendo las consecuencias de la pobreza y la marginación. Las diferentes opciones y organizaciones políticas deberían incluir en sus programas planteamientos para que nadie se quede atrás y se garanticen derechos y oportunidades.

Desde Naciones Unidas reiteramos nuestro compromiso para articular acciones con las que de manera sostenible y eficaz podamos buscar soluciones conjuntas y viables a la crisis. Hace 75 años, tras una devastadora guerra mundial, soñamos con construir un mundo mejor y creamos una organización desde la que enfrentamos muchos y enormes desafíos.

Como humanidad, tenemos la voluntad, las capacidades, los medios y un sueño común, plasmado en la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. El Objetivo 1 es erradicar la pobreza. Esto no debería ser un hito inalcanzable. Es posible. Es deseable. Y es un imperativo moral. (O)

*Representante Residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Ecuador.