Desde hace algunos años la ciencia social al servicio de corporaciones que pretenden manejar el mundo desde los medios digitales, nos ha convencido que las generaciones están limitadas a su relación con las necesidades del mercado. Nos llaman mileniales, centeniales, baby boomers, etc. Nos clasificaron para que nos reconozcamos desde una perspectiva marketera, que además de destruir nuestra identidad nos dejó el vicio de ‘la competencia de estilos’.
Los miembros de estos anglicismos se atacan entre sí desde su trinchera cubierta por estudios que vienen desde Harvard hasta el más burdo portal web. Dicen cosas como,“los mileniales no sirven para el trabajo fijo”; “los centeniales son menos felices que sus padres”. ¡Qué insolencia!, hay unas 20 generaciones en cada afirmación. Ni Freud se atrevió a tanto. Ahora, si usted decidiera salirse de esas corrientes, podría empezar dudando de la academia; aunque Oxford diga que esas clasificaciones son el resultado de la más eficaz industrialización o de la literatura, eso no garantiza su autenticidad histórica ni genera un beneficio a la humanidad –si me pongo juicioso– yo también podría encontrar relación entre el tono del ladrido de mi perro y la Segunda Guerra Mundial, pero sería algo tan inútil como el criterio de un milenial. (O)
Juan Carlos León Moreira, Portoviejo, Manabí








