Bill Gates, innovador de la tecnología, filántropo, dice que siente “que el mundo rico seguro que debería poder terminar con la pandemia a finales de 2021, y el resto de los países a finales de 2022”. Es evidente que el mundo más avanzado, el que está desarrollando las vacunas, aplicará el más antiguo de los consejos prácticos, el de “la caridad empieza por casa”.

No puedo dejar de sonreírme al escuchar a varias de nuestras autoridades decir que están sosteniendo en los organismos internacionales –como la Organización Mundial de la Salud– que la vacuna deberá estar igualitariamente al alcance de todos los habitantes del planeta.

Señores: Las vacunas irán primero a los países que han adelantado dinero para el estudio experimental, para el desarrollo, para la etapa de prueba en decenas de millares de seres humanos, y que ya han comprado, reservado, el número de dosis que necesitan para sus habitantes. Para comprobar esto, no hay sino que ver la desesperación del presidente del país más rico del mundo –y el que tiene el mayor número de muertes– por obtener la vacuna, y como de conseguirla dependen sus probabilidades de ser reelecto, ofrece que para abril del año próximo ya tendrá vacunas para toda la población de su país; si ese es su propósito, y si Pfizer y Moderna encuentran la vacuna, pagará todo para salirse con la suya, y los del tercer mundo de América tendrán que esperar.

Algunos países latinoamericanos están buscando otras opciones: México y Argentina tienen un acuerdo para producir la vacuna con la Universidad de Oxford; Brasil tiene varios acuerdos y uno con China para realizar la experimental fase tres con su población (como China ha controlado la pandemia, no tiene con quién efectuar esa fase tres); el Perú, tan flagelado, tiene, también, convenio con China para vacunar a su población.

Entonces, el gobierno ecuatoriano tiene que informarnos en qué punto de negociación está con los países y laboratorios internacionales para asegurar que contaremos con la vacuna.

Es importante participar en las conferencias internacionales y abogar por los países pobres, pero de lo que se trata ahora, prioritariamente, es que tan pronto exista una vacuna probada, segura, en cualquier parte del planeta, la totalidad de nuestra población pueda contar con ella. Tiene que ser en el 2021, no podemos estar en la cola del 2022.

Esta pandemia es una cosa demasiado seria para que la confiemos a ojos cerrados al Gobierno, especialmente después del escándalo de los hospitales. Hace falta una conciencia nacional, un esfuerzo conjunto de las fuerzas de salud, de las del aparato productivo. Solamente cuando toda nuestra población esté vacunada volveremos a la normalidad; en cierta manera, es cuando volveremos al mundo del ayer. Y la nación tendrá que estar alerta para que en los hospitales en que se vacune no se vuelva a comerciar con la salud del pueblo.

Si estuvo bien el condenar a los autores públicos y privados del caso Sobornos, más razón hay en juzgar a todos los responsables, públicos y privados, de los infames casos de los hospitales. De la Fiscalía se espera más. (O)