El argumento adolescente consiste en rebatir las críticas acusando de lo mismo a los que las esgrimen. Es muy argentino porque somos un país adolescente y aclaro que si encuentra algún parecido en el Ecuador, es pura coincidencia. Mire:

–Vos sos un vago.
–Más vago sos vos.
–¡Qué mentiroso que sos!
–¡Ah! ¿vos decís siempre la verdad?

Otro diálogo familiar:

–Hija, no estás estudiando nada.
–Isabel tampoco.
–¿Te peleaste con Isabel?
–Ella me pegó primero...

El problema es cuando seguimos con el mismo argumento en la supuesta madurez.

Recuerdo, simplificado, el diálogo entre un alcalde de la Patagonia y un periodista de Buenos Aires:

–Usted vendió tierras fiscales a precio vil.
–Y a mí me dijeron que usted es homosexual.

Y el colmo del argumento adolescente, entre una periodista radial y un ministro hablador:

–Usted es un autoritario
–¿Y Boston...?

Boston decían los adolescentes en lugar de vos. En otra conversación el entrevistado encajó Michigan para significar ...

Lo lamentable es que los periodistas suelen aceptar estas respuestas sin chistar, con lo que demuestran ser tan adolescentes como sus entrevistados. Supongamos:

Periodista: Tenemos pruebas de que usted pide coimas.
Fulano: Más coimas pedía Mengano.
Título: "Mengano pedía coimas".
Debería ser: Fulano admitió que pide coimas.

Cuando el periodismo pregunta a un político o funcionario sobre temas, digamos discutibles, de su gestión, la reacción inmediata no intenta rebatir esos datos sino embarrar a los opositores o al periodista. Alegan su inocencia con la culpabilidad ajena sin advertir que de ese modo sostienen la propia culpabilidad. Los argentinos solemos aceptar como respuesta negativa suficiente la acusación sobre la conducta ajena, sin advertir que con esa respuesta el entrevistado está contestando afirmativamente.

Si en lugar de oponer tropelías, que nadie puede esconder, aprendemos a reconocer errores y argumentar con altura, seguramente conseguiremos convivir en paz los que pensamos distinto, que es la esencia de la democracia. (O)