Como conocemos, el hogar y la familia son los centros donde nacen y crecen los buenos y malos ejemplos. Dentro de los valores que poseemos los seres humanos debemos incluir e inculcar la virtud del ahorro; lo tenemos que considerar como parte intrínseca de nuestra cultura.
A nuestros hijos les debemos enseñar desde pequeños a ser independientes y emprendedores, que el dinero no es signo de felicidad ni de triunfo, que constituye un medio para satisfacer nuestras elementales necesidades y que se lo adquiere a través del trabajo, y que cuando su origen procede de fuentes con dignidad y honestidad rinde buenos frutos. Es menester concienciarlos que para vivir bien y cómodamente sin ostentaciones no hace falta tener que robar, más aún a sabiendas de que se terminará yendo a la cárcel o refugiándose en la clandestinidad. También orientarlos a futuro a no tener que vivir solo del salario, que es necesario contar también con otros ingresos para aumentar el caudal, estos pueden ser: tener una renta, incursionar en algún negocio, aprender un oficio, desarrollar los potenciales de creatividad en las labores manuales y comercializar los artículos. Del total de estos ingresos se puede dejar un porcentaje para ahorrar. Constituye también un imperativo que brindemos la importancia a la previsión, a saber manejar con responsabilidad nuestros ingresos, a no despilfarrar, como ha ocurrido con gobiernos que han dado mal ejemplo, como el de la época desperdiciada, que se alzaron con el santo y la limosna y a lo primero que le echaron la mano fue a los ‘fonditos’; así los calificaba Correa, referente a las reservas. (O)
José Castillo Celi, psicólogo y médico naturista, Guayaquil