A pesar de todas las desgracias generadas por la pandemia del COVID-19, que nos agobia, ¿cree usted que podríamos buscar y encontrar aspectos positivos que convenga destacar y justipreciar para tratar de balancear el lacerante dolor que ha producido en casi todos los países del planeta en el que vivimos?

¿Necesitamos un buen, profundo y fructífero diálogo sobre este asunto?

Tal vez nos hacen falta momentos de reflexión, individual, familiar y comunitaria para revisar lo vivido en estos meses del 2020 y analizarlo, con aquellos interlocutores, cuyos criterios constituyan positivos aportes, para descubrir, entre todos, si algo bueno podemos observar, destacar y ponderar en la conducta humana en este “tiempo de coronavirus”.

Eso que haya podido servir para equilibrar, al menos en algo, la desobediencia y desafío a las normas y consejos que hemos recibido y seguimos recibiendo para afrontar la crisis.

Sería bueno cuestionarnos y cuestionar, por ejemplo: ¿cuándo la conducta humana, en general es proclive a obedecer o a desobedecer?

¿Qué grado de importancia para la vida juvenil y adulta, con relación al respeto y cumplimiento de las normas y órdenes de las autoridades respectivas, tienen la formación y la educación de las personas en los hogares, comunidades, centros oficiales, comunitarios y particulares de enseñanza, en cada una de sus etapas, desde la preescolar hasta la universitaria?

¿Se necesita un entrenamiento razonado, ponderado y adecuado, en el cumplimiento de las órdenes emanadas de la autoridad familiar, docente o comunitaria pertinente?

¿Será necesaria o, más aún, imprescindible la advertencia de la sanción correspondiente a la falta de acatamiento de toda norma impartida?

¿Cuál será el método que mejor se puede enseñar y poner en práctica para lograr una convivencia familiar, comunitaria y social que pueda cosechar el más alto índice de respeto y observancia?

¿Cómo enseñar y lograr que se aprenda que existe una corresponsabilidad común, social, en todo tipo de comunidad humana?

Lo que hacemos o dejamos de hacer afecta a las otras personas que integran las comunidades, grandes o pequeñas, positiva o negativamente.

El egoísmo es lo que nos lleva a preferirnos a nosotros mismos, aún en detrimento de los derechos y necesidades de otras personas, así sean compatriotas, vecinos, amigos, parientes.

¡Cuánto daño familiar y social produce el egoísmo! ¡Qué difícil vencerlo!

Por eso, cuando en el otro extremo del preferirse y hacer lo que le parece conveniente para sí mismo, sin importar el daño que pueda causar a otras personas, se encuentra a quienes se sacrifican, de múltiples maneras, para ayudar a las que requieren su concurso, nos admiramos complacidos, les agradecemos y, a veces, hasta tratamos de imitarlos.

Además de ponderar a los voluntarios seres humanos que desinteresadamente ayudan y dan su contingente para paliar o superar los daños producidos por la pandemia del coronavirus que nos acosa, deberíamos imitarlos, en la medida de nuestras posibilidades

¿Está usted de acuerdo con estas reflexiones y planteamiento? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)