En 1948 se creó el nuevo sistema financiero internacional y nacen el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Jamás quienes los crearon habrían pensado en la evolución de esas instituciones.

El BM nació para apoyar proyectos de infraestructura de los países, pasó luego a otorgar préstamos llamados de ajuste estructural, que no estaban atados a infraestructura. Más tarde sería un apoyo en los programas que los países hacían con el FMI. Después crearon la IFC, para otorgar créditos a empresas privadas, y finalmente, hasta aportarles capital. ¡Un BM mucho más potente que el original!

Igual el FMI. Sí, más rígido; sin embargo, hoy entiende la problemática política mucho más que antes, las limitaciones de gobernabilidad y los costos sociales también, cosa que era lejana para ellos en el pasado. Baste ver la comprensión, flexibilidad y apoyo que ha recibido el Ecuador del FMI en los últimos años.

El FMI tiene la oportunidad de “revolucionarse” aquí en el Ecuador y mostrarse con una nueva faceta ante el mundo a propósito de que se está negociando un nuevo acuerdo.

Los problemas de la sociedad ecuatoriana son gigantescos y los temas que hay que resolver y que deben entrar en la discusión con el FMI son muchos. Más allá de ver el ajuste de cuentas, los equilibrios fiscales y de balanza de pagos, este programa tiene que ver el futuro mismo y la supervivencia de esta nación que se llama Ecuador.

Y esa supervivencia no se podrá asegurar si no logramos consensos sobre grandes temas, que deben trascender la discusión política, y estar vetados al clientelismo y el populismo: la eliminación de los subsidios, la gran reforma financiera y de estructura de tasas de interés, la impostergable reforma al sistema de seguridad social ecuatoriano, el nuevo régimen laboral moderno y competitivo, la reducción del tamaño del Estado, el apoyo frontal a la gran minería como factor de esperanza, y el conjunto de estímulos para producir con incentivos y sin el sistema de asfixia regulatoria del Ecuador.

Y en el país existe suficiente gente que sabe, ha escrito, tiene la información, ha discutido y analizado estos temas. Ejemplo es el Observatorio de Política Fiscal, con la claridad en el seguimiento de las cifras fiscales. La mesa de la Seguridad Social, que conoce a fondo la problemática de esa institución. Universidades y profesionales. Son muchos quienes conocen de todos los temas. El FMI sabe quiénes son, conoce el país. Es el momento de que incorpore sin miedo a todas estas instituciones de la sociedad civil y sus ideas, para que los detractores entiendan que este puede y debe ser un programa del Ecuador, de su propia gente, que el FMI lo ve con buenos ojos, y que, como el ente que tiene que ser el eje sobre el cual giren todas las venidas de indispensables recursos del exterior, obligue entonces a que se haga lo que hay que hacer, no porque ellos lo imponen, sino porque somos los mismos ecuatorianos que no estamos en el ejercicio de obtener votos engañando, los que hemos venido diciendo lo que hay que hacer. Es el reto. Ojalá el FMI y el país lo tomen, y el Ministerio de Economía y Finanzas lo apoye. (O)