El peso normal de un recién nacido varía entre 2500 y 4500 gramos. Los que pesan 2000 gramos o menos son frágiles y necesitan cuidados especiales porque no pueden regular por sí mismos su temperatura corporal. A ellos se los acomoda y sujeta en el pecho de su madre, piel con piel, para que les transmita calor; así deben pasar las 24 horas del día, los días que sean necesarios, hasta que sean capaces de generar calor corporal por sí mismos. Se los debe mantener en posición vertical y solo se los mueve para ser alimentados. La madre, o quien la alterne en esa tarea, debe dormir en posición semisentada. Es un tremendo esfuerzo que se ve compensado cuando el bebé supera esa fase. Este método, que es más efectivo que la incubadora, se denomina ‘plan canguro’ en alusión a que ese animal completa parte del crecimiento de su cría en la bolsa marsupial de la madre.

Es indiscutible que se debe proteger a los niños y adolescentes, pero ¿hasta qué edad debe ser exigible su manutención y en qué circunstancias? La lógica dicta que debería ser mientras mantengan esa condición.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), identifica como infancia al grupo de edad de 0 a 7 años; niñez de 8 a 12 años; adolescencia de 13 a 17 años. En Ecuador, la mayoría de edad se alcanza a los 18 años. Sin embargo, en el nuevo Código Orgánico para la Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes, que ya pasó el primer debate en la Asamblea Nacional, se plantea extender hasta los 24 años de edad la pensión alimenticia para los hijos –que pasa a llamarse protección económica–, siempre que se demuestre que están cursando estudios en cualquier nivel educativo. Y que en ausencia de los progenitores obligados a brindar la protección económica, ya sea por impedimento, insuficiencia de recursos o discapacidad, serán obligados subsidiarios los abuelos y tíos del protegido y, en última instancia, el Estado.

Se ha argumentado que con esto se quiere garantizar que culminen los estudios de tercer nivel; sin embargo, podrían germinar veinteañeros ‘canguros’ a expensas de familiares que deberán prodigarles alimentación, salud y espacios de recreación mientras puedan comprobar que siguen cursando estudios en cualquier nivel educativo. Pero hay varios factores para reconsiderar el planteamiento: la situación económica del país ya tenía una proyección negativa a corto y mediano plazo antes de la pandemia, con la pérdida de empleos a causa del COVID-19 el panorama está distante de ser esperanzador; los cupos para la universidad son escasos; se analiza incrementar la edad para alcanzar la jubilación y es muy probable que las pensiones se vean afectadas por falta de financiamiento. Los asambleístas harían más bien si legislaran para que la educación de niños y adolescentes sea de mejor calidad, con nociones de finanzas y emprendimiento que los prepare para la vida en un mundo cada vez más competitivo, o brindándoles mayores opciones para optar por oficios certificados y estudios a nivel de tecnologías que en la práctica podrían brindar a los jóvenes más opciones de desarrollo. A los hijos, además de protegerlos, también se les debe enseñar a valerse por sí mismos. (O)