No solo las personas están confinadas, también sus ideas y formas de pensar. No importa el nombre que le pongamos: parálisis paradigmática, mentalidad fija, creencias limitantes, siempre expresan lo mismo, un rechazo a todo aquello que no están acostumbrados a hacer. La consecuencia es nefasta, explicamos el mundo en nuestras propias ideas y nos bloqueamos ante cualquier posibilidad de cambio.

Quizás estamos algo locos, como lo definió Albert Einstein, por “hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”. El momento que vivimos exige que no solo salgamos del confinamiento físico, sino también del confinamiento mental, que vayamos más allá de lo establecido, lo obvio, y probemos nuevas formas de hacer las cosas. Que exploremos diferentes soluciones a los problemas de siempre, que sustituyamos los viejos esquemas mentales que no han funcionado.

Clayton M. Christensen, catedrático de la Harvard Business School, acuñó el término “disrupción” para referirse a soluciones que rompen con lo establecido. Sus estudios señalaron que muchas organizaciones fracasan porque no están dispuestas a cuestionar lo convencional, a entender hacia dónde va el mundo e ir hacia él aprovechando las nuevas tecnologías y los modelos de negocios disponibles.

Este concepto nacido del ámbito empresarial se podría aplicar para solucionar los grandes problemas nacionales: corrupción, poca trasparencia, ineficiencia, pobreza, deficientes servicios públicos, entre otros. Utilizando ideas radicalmente diferentes, estrategias y métodos innovadores podemos generar soluciones sostenibles y de impacto.

Una herramienta muy poderosa para generar una forma de pensar disruptiva es la pregunta ¿qué pasaría si…? Cito algunos ejemplos para ilustrar este punto: ¿Qué pasaría si todos los sectores productivos fueran considerados estratégicos y se permitiera invertir en ellos sin restricción alguna? ¿Qué pasaría si elegimos a los servidores públicos considerando sus competencias y destrezas, así como su trayectoria ética, igual que hacemos en el sector privado? ¿Qué pasaría si los padres de familia de las escuelas públicas recibieran un bono educativo para que seleccionen libremente el mejor colegio para sus hijos? ¿Qué pasaría si el Estado se administrara con parámetros de productividad, estructura liviana, estándares de calidad y servicio, como una empresa competitiva?

Si estamos dispuestos a perder el miedo, dejar de lado el interés electoral y aplicamos ideas originales para responder a estas preguntas y a otros problemas complejos que vivimos, seguramente conseguiremos resultados radicalmente diferentes. Dichas ideas serían consideradas al principio como locuras porque justamente rompen con lo que conocemos. De ahí la frase del escritor Mark Twain: “Un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa”.

Sin embargo, a través de la historia se ha visto de manera reiterada que los grandes cambios han sido conducidos por líderes y visionarios, que entendieron que estos no se logran haciendo más de lo mismo, y que los grandes crecimientos se ganan yendo por los caminos no transitados. (O)