Es el delirio total: “el loco que ama”, “el líder de los pobres”, grita ¡Viva la patria! mientras ingresa a la Unidad de Flagrancias en la ciudad de Guayaquil para ser investigado por peculado. La Fiscalía había allanado su casa unos minutos antes y la encontró convertida en bodega: decenas de cajas con mascarillas y pruebas rápidas de COVID, similares a las adquiridas con sobreprecio en el Hospital Teodoro Maldonado Carbo del IESS, amontonadas en la sala. Desde hace tiempo corría el runrún de la familia Bucaram metida en la red de hospitales públicos de Guayaquil, pero solo con los escándalos por los sobreprecios en plena pandemia, el padre y el hijo, Dalito, son investigados. Ha tomado meses si no años asumir las irregularidades en la adquisición de los medicamentos en el Seguro Social. Les han robado en las narices a todos los directores de la institución.

El grito de Bucaram muestra el delirio en el que estamos metidos porque qué tiene que ver la patria cuando a un político se lo investiga por peculado. ¿La patria le salvará? ¿Viva la patria porque se deja robar? ¿Porque está para ser saqueada?

Como el otro político histriónico que inundó el campo simbólico con su retórica sobre la patria mientras en su gobierno los recursos se derrochaban a mano suelta en contratos con sobreprecios, proyectos de infraestructura delirantes, y los conocidos se enriquecían en sus propias narices.

Muestras de PCR con sobreprecio son compradas en las narices del alcalde de Quito por su secretario de Salud y hombre de confianza. Se descubren irregularidades gravísimas, millonarias, en la Prefectura del Guayas cometidas por los hijos de la esposa del prefecto. El propio Carlos Luis Morales, acusado de tráfico de influencias y peculado, hoy con grillete, los termina acusando cuando ya han huido del país. Se escapan y roban en sus narices.

El asambleísta Daniel Mendoza fue durante mucho tiempo figura destacada del oficialismo en la Asamblea Nacional, presidió comisiones y fungió como vocero del bloque de Gobierno. Mendoza, hoy preso, está acusado de ser parte de una red de corrupción en las contrataciones para el hospital de Pedernales. ¿Nadie sospechaba de Mendoza? Se enriquecía y se volvía elegante en las narices de su propio gobierno. Los casos siguen con parientes y amigos en el servicio exterior. En nuestras propias narices, el Estado se usa para beneficios familiares y círculos allegados sin la menor turbación.

En el fondo, no importa la corrupción, ni siquiera existe. Pasa por nuestras narices, la vemos, la olfateamos y miramos hacia otro lado. Si los mecanismos y las instituciones para combatirla son débiles, se debe a que no está presente en nuestros códigos éticos y morales. Recorre por las venas del Estado y la sociedad, goza de enorme legitimidad. Expresa la inexistencia de un sentido de lo público asociado al Estado. Como en la metáfora de la patria en la voz estentórea del loco que ama, lo público puede ser apropiado, engullido. No hay un sentido de lo público como aquello que nos pertenece a todos. Lo público está para ser privatizado, ocupado, embolsicado, deshuesado, en nuestras narices. (O)